Las aportaciones al teatro andaluz de los Hermanos Álvarez Quintero

Muchos son los autores que han ejercido un peso importante en la literatura andaluza pero hay dos que no sólo han logrado esto sino que también han pasado a la historia de las letras de esta región española como grandes genios del teatro: los Hermanos Álvarez Quintero. Dos figuras estas que han sido calificadas por Sánchez de la Vaquera como «los hermanos de oro del teatro español».

Sergio y Joaquín, nacidos en Utrera (Sevilla) en 1871 y 1873 respectivamente, son los nombres de este afamado tándem literario que adquirió su prestigio gracias, sobre todo, a las comedias que realizó tales como Doña Clarines (1909), La boda de Quinita Flores (1943) o Concha La Limpia.

Hasta 1888 habría que esperar para que estos hermanos, dedicados a trabajar en Hacienda mientras colaboraban para diversas publicaciones como El Diablo Cojuelo, publicaran su primera obra que fue representada con gran éxito en el Teatro Cervantes de Sevilla: Esgrima y amor.

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La estupenda acogida que recibieron con dicha puesta en escena y las buenas críticas les animó a trasladarse a Madrid donde llevaron a cabo el estreno de sus trabajos más conocidos, los sainetes (piezas dramáticas jocosas en un acto). Entre ellos se encontraban La buena sombra (1895) o El traje de luces (1898).

El despegue y consolidación literaria

Y así fue como comenzó la gran estela literaria que han legado a la humanidad los Hermanos Álvarez Quintero. Dramas, libretos de zarzuela o incluso varios guiones de cine para películas de Estrellita Castro fueron algunas de las obras que demostraron la valía de estos dos sevillanos, miembros de la Real Academia de la Lengua Española.

No obstante, los «culpables» de que fueran conocidos y admirados, a partes iguales, fueron los citados sainetes y comedias. El tono divertido, el humor sencillo y nada chabacano así como chistes de buen gusto son las señas de identidad de estos géneros literarios que ellos definieron, mejoraron y enriquecieron. En ambos solía ser Andalucía el escenario elegido para plantear las historias que habían creado.

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Una comunidad autónoma, la suya, a la que mostraban llena de luz, de color, de gente con ganas de vivir y alegre que siempre era capaz de salir de cualquier situación con un peculiar sentido del humor.

Todo ello propiciaba que las obras de estos sevillanos formaran parte de lo que para muchos se hacía llamar «teatro optimista y de evasión«. Un género que conseguía entretener y divertir a todo tipo de público de manera sana y sin caer en burdos o soeces comentarios.

Esta forma de entender la literatura y de plasmarla les granjeó algún que otro opositor, sin embargo, también contó con numerosos autores de renombre que les apoyaban y defendían. Este último es el caso de Luis Cernuda o Azorín quien subrayó que del tándem fraternal que nos ocupa sobresalía su «perfecto equilibrio entre el sentimiento individual y el sentimiento colectivo, entre la persona y la sociedad».

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Visto lo visto, está claro que los Álvarez Quintero no dejaban indiferente a nadie.

Hoy de ellos nos queda el poder disfrutar de su legado literario conformado por casi doscientas obras entre las que sobresalen Los Galeotes (1900), Amores y amoríos (1908), Ventolera (1944) o El ojito derecho (1897).



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