Remedios Zafra: «La creación habita en los márgenes»

Entrevista a Remedios Zafra (Primera Parte)No hay en España una autora (autor tampoco) que pueda tratar con tanta sensibilidad y contundencia temas tan importantes como la forma en la que nos relacionamos con las nuevas tecnologías. Un tema que parece frívolo o incluso anodino Remedios Zafra consigue amasarlo con una sabiduria y una elocuencia impoluta. Esto le digo a zafra cuando comenzamos este diálogo extenso que publicaré en dos movimientos (hoy, el primero) y ella cree que soy generosa y me dice que espera que me interesen sus respuestas (y yo, a ustedes). En esta charla nos centramos en «Ojos y capital». Es que ese libro da para llenar aulas, tertulias, artículos. Es una de esas obras de las que espero sigamos hablando durante mucho tiempo porque viene a dejarnos contundentes sentencias y reflexiones e invitarnos a meternos en la boca del lobo para ser nuestros propios pastores.

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P—Tus ensayos se caracterizan por estar llenos de poesía, de imágenes y de recursos extraños a la narrativa. ¿Hay en la frontera entre disciplinas un espacio alternativo para repensar el mundo?

R—Nunca me gustaron los compartimentos cerrados ni tengo especial simpatía por los géneros en la creación. Pienso que pueden ayudar a quien interpreta pero no necesariamente a quien crea. Y que además hay una tradición en ellos que habla de formas de poder y de su mantenimiento. En tanto he sido consciente de ello, he preferido elegir entre formas creativas frente a formas disciplinares y de domesticación. Para mí, la creación habita en los márgenes, en la experimentación y en no dar por sentadas las cosas. Descubrir la creación como parte de la capacidad de las personas para representar e imaginar mundo obliga a liberarla no sólo en sus discursos sino también en sus escrituras.

»Hay, por otro lado, una premeditación en la forma en la que me enfrento a la creación que se nutre del arte político, y de una puesta en cuestión de los modos de hacer y escribir. Siendo mi obra eminentemente reflexiva pretende ser también una obra liberada (o que lo busca) de las ataduras del discurso y sus formas habituales. Una poesía que piensa, una idea no despojada de alma… deben tener cabida. Pero también las ideas trabajadas como artefactos, la escritura trabajada como imagen me parecen interesantes, no ya como mero juego estilístico sino si suponen una crítica, un sentido que nos ayude a pensar lo que hace tiempo se nos convirtió en normalizado. Me parece que no pocas estrategias del arte político nos permiten desvelar las ausencias frente a las presencias, la falta de significado frente al esfuerzo por significar, las oscuridades frente a las zonas iluminadas y esto observando la parcialidad y el poder que subyace en las escrituras que nos preceden no es asunto menor.


P—¿De qué forma te relacionas con las nuevas tecnologías? ¿Crees que las redes sociales son una amenaza para la creatividad y el desarrollo de las emociones?

R—Mi relación con las tecnologías se nutre de mi historia con ellas, tanto de mi deseo de estudiar ingeniería hace tiempo, como del cambio vital que supuso a mediados de los noventa traer un ordenador a casa y conectarme a Internet… Se nutre también de la sensación de que este gesto en cada vida hablaría de un mundo irreversiblemente distinto, es decir, de algo que transformaría (está transformando) la época y a las personas.

»Hoy mi relación con la tecnología ocupa muchas de las preguntas que me interpelan en lo que reflexiono, pero de manera más pragmática viene especialmente materializada por un fuerte vínculo con el ordenador personal. Puede sonar algo frívolo, pero es así. Lo considero parte sustancial de mi vida, tanto apéndice de cuerpo como de cuarto propio conectado. Vivo con él de manera normalizada, mediando la mayor parte de prácticas, trabajos, relaciones y tareas cotidianas a través suyo.

»Sobre las redes sociales… Pienso que son un fascinante aparato de relación, difusión y contactos pero también de opresión simbólica, capaces de atraernos porque allí somos protagonistas o están los protagonistas que conocemos, queremos, curioseamos y, en todo caso, seguimos. Pero sobre todo creo que son grandes generadoras de dependencias, capaces de neutralizar tiempos propios y sembrar nuevas necesidades de “estar” como formas de “ser”. Presencias del ahora que se vuelven efímeras al rato, generando ansiedad por hacer y decir algo nuevo cada día, olvidándonos de que no sólo damos o recibimos, sino que “somos lo dado”, el producto intercambiado que da rentabilidad pero también valor y poder sobre nuestras dinámicas online. En este sentido, son instrumentos que pueden valernos tanto para la creatividad como para la domesticación. Una toma de conciencia y un distanciamiento sobre ellas me parece necesario para una apropiación libre y, en lo posible, emancipadora.

Entrevista a Remedios Zafra (Primera Parte)


P—En tu libro “Ojos y capital” le das una vuelta de tuerca al concepto de capital tal como lo han entendido las diversas ideologías políticas a lo largo de la historia. ¿De qué forma la visibilidad puede convertirse en capital? ¿Crees que Internet podría ser una herramienta revolucionaria contra el capitalismo, en tanto y en cuanto el yo pierde sentido en ausencia del nosotros?

R—La visibilidad es ya una de las más eficaces formas de capital. Diría que es la más buscada por quienes habitan el mundo de las pantallas. Todo lo que es muy visto en Internet como lo que antes era visto en determinados espacios televisivos tiene repercusión como objeto de curiosidad y deseo, como mercancía. La hipervisibilidad es un paso en el proceso laboral de muchas personas que crean sus trabajos en la red y comercian con las marcas (o viceversa) pidiendo un pago a cambio de que los “muchos ojos” que les siguen vean sus productos. A mí esto me llama especialmente la atención porque alude a nuevas formas de valor que equiparan lo más visto a algo bueno, cuando lo más visto sólo puede equipararse a “lo más visto”, siendo las motivaciones increíblemente diversas y las maneras de captar miradas también. Nunca antes habíamos instrumentalizado tanto los ojos, en gestos y prácticas en apariencia inocuos pero que derivan nuestra vida hacia una saturación de mundo cuantificado, a veces agotadora… Cuando escribí “elogio del párpado” (último capítulo de Un cuarto propio conectado) habitaba aquí, en estas ideas.


P—Dices: “Sólo parece haber lugar para la voracidad del instante como insaciable necesidad de ahora”. Lo entendemos, lo aceptamos, pero no hacemos nada en consecuencia. ¿Nos preocupa poco no ser los hacedores de nuestro propio destino?

R—Creo que siempre que hay conciencia (toma de conciencia) hay preocupación por nuestro destino. Y si bien no podemos cambiar los mundos de vida, sí podemos aumentar los grados de libertad y crear condiciones para que los grados de libertad de decisión y conocimiento sean mayores. Si además pasamos por el mundo entendiendo que esto es cosa de todos y que el papel de agente activo es no sólo posible sino necesario para mejorarlo, este gesto se convierte en responsabilidad.


P—¿Por qué ver si podemos mirar? Parece que esa es la pregunta clara para dirigir nuestra mirada y nuestras emociones a las experiencias que importan. ¿Cómo discernir entre tanta acumulación de contenido y de experiencias intensas?

R—Tengo la sensación de que estamos faltos de espacios vacíos, en blanco, de márgenes que permitan respirar el texto. En el fondo una metáfora posible de la conciencia sería ésta, una casilla vacía, un espacio que haría movibles las posibles fichas/casillas que tenemos cerca. Quizá este espacio (que también podría ser un tiempo) es el que permite pasar del mirar al ver…

»Pasa que el mundo y sus inercias priman hoy usar el tiempo para pasar rápido por muchas cosas y no para profundizar en menos. Estamos faltos de poesía y de arte. Esos que reclaman un tiempo reposado de la mirada que de pronto descubre y piensa o se emociona.

Entrevista a Remedios Zafra (Primera Parte)


Continuará…


Foto Portada: El Correo



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