Toni García Arias

Poemas de Toni García Arias

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Toni García Arias:

Cuerpo

Y aunque parezco un hombre como tantos otros
y el aire que respiro
parece ser suficiente para llenar mis pulmones
y cobrar vida,
en realidad, vida,
no soy más que un paisaje de ropas
al que le falta tu cuerpo.

Juventud

Esta blanca noche de verano
se desvanece lentamente hacia la nada;
se desvanece y ya
no volverá a ser nunca.

Apenas el recuerdo podrá
derribar una puerta,
esculpir un espejo de sombras
sobre el que dibujar
-equivocadamente-
tu rostro y tus manos,
el acantilado aquel
donde nos hicimos mar,
el preciso instante en que,
jóvenes y nerviosos,
nos supimos,
pero no retornará con él
el aroma cálido de tu piel,
la quietud de tus huellas
sobre mis huellas,
el vértigo húmedo de tus labios sobre mi boca.

Ya no quedará nada;
el día de mañana
se alimentará de las cenizas de hoy.
Mudos quedarán los veranos venideros,
como un soplo de frío
estancado en mitad de mis sábanas.
Intentaré esculpir tus ojos
a golpe de recuerdos y fotografías,
intentaré recuperarte
desde esta lejana derrota de labios muertos,
de versos muertos,
de palabras y besos
sin retorno.

Besos

Te pierdo.
A cada segundo
el olvido me borra un poco más de ti,
como un ejército de cenizas que invadiese
el mapa de tu rostro,
nublándome con su estéril manto
cada una de las palabras
que un día me dijiste,
hasta que, al fin,
no queda más que un frágil susurro
de lo que fue tu voz
en mi memoria.

Te pierdo,
y cada segundo sin ti
me duele una hora,
y cada hora,
la vida entera.
Tu rostro se desvanece,
y ya no queda ni un trozo de piel
sobre el que aferrarme en sueños,
y al irte así,
tan lentamente,
tan gota a gota,
me dejas, al fin,
unos besos sin boca,
un cielo sin alas.

La casa de mi infancia

Los recuerdos de mi infancia
caminan sobre las baldosas frías de esta casa
que parece enferma,
arrugada como un anciano invadido de invierno
que aguarda con último quejido
la cálida luz de los veranos.
El abandono ha invadido las paredes
con alma de asesino y dibuja sobre las habitaciones
una cartografía gris, húmeda
que oscurece los recuerdos que apenas permanecen.
Por algún vidrio roto
se cuela furtivo el viento y revuelve la memoria
con voz desconocida.
Duele mirar esta casa,
su imagen aturdida, desangrada,
como nos duelen los años
en los cuerpos de aquellos
que nos son queridos.

Ferrol

Palpita el astillero frente al puente de las Pías.
Llueve.
Ferrol bosteza su última tormenta
y pone al aire húmedo de la ría
su vestimenta gris, su negra sombra.
Cuando era joven, mi padre trabajaba en el astillero.
Recorría veinte kilómetros con los pies descalzos.
Por entonces, no presentía el futuro y sus declives,
el caminar y sus llagas;
el mundo se abría como un vientre azul
frente a las vías de ASTANO.
Cuando el Entreprise rompió en dos el puente de las Pías,
Ferrol lamió su piel de huérfana,
su ciega distancia.
Bajo esta triste luz de Otoño
que oscurece de lluvia los pasos
Ferrol parece un barco de hambre
que aguarda, infinito, su botadura.

Fantasmas

Hoy he dejado abierta la nostalgia
a los fantasmas,
mis seres más queridos,
por si en mitad de la noche
deciden regresar
a enturbiar mis recuerdos,
o a desvelarme el sueño
con preguntas que ya no sé responder,
que ya no importan.
Han entrado con sigilo
y han desempolvado
el rostro de mi infancia,
el camino aquel
que nunca recorrimos juntos,
una noche de agosto
en que no te besé
y agosto se perdió por siempre.
Mis fantasmas ,en fin,
han ordenado mis errores
según las fechas,
porque a ellos les gusta
remover los recuerdos,
hurgar en las derrotas,
agitar mi mundo.
A mí, de algún modo,
también me tranquiliza su presencia,
observar como recogen mi ceniza
con fervor de centinela,
esparciéndola aquí o allá,
haciéndola, de nuevo, sensible.
Agradezco que durante tanta eternidad
hayan convertido en novedad
lo resignado.