Roxana Crisólogo Correa

Poemas de Roxana Crisólogo Correa

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Roxana Crisólogo Correa:

Mientras escuchaba a Franz Liszt

-Rapsodia Húngara Nº12 Lima-


lamento haberte encontrado así
entre papeles y pericotes polvo y estantes
viejos abogados se preguntan cuál es tu
problema un conflicto no se resuelve con sonrisas
y los conflictos como esta música desgastan
absorben al espíritu más fiel y no queda más que eso:
música temblando en un rincón sacro de la ciudad
manos sin cuerpo dirigiendo una sinfonía
bajo la tolvanera y ya estás atento
a las indicaciones del semáforo a la mujer
que cubre sus uñas con esmalte y rabia
porque es cara y su belleza se ha diluido una noche
fresca que no pudo más con la felicidad de ese
húngaro loco ni con la aparente frialdad de su
sangre azul para los amigos roja para los habitantes
de Doborjan fogoso como nadie
sin rencores Franz creo que estos contactos nos
aproximan aunque estemos lejos
dos siglos atrás Tú dentro de la radio yo dándole
solución a tus problemas que son tan míos como de
la vecina del panadero del guardián: noble estirpe
barrios oscuros -nada codiciosos- me alarman
Con sus derechos -viles- miles -bocas- espadas
salen de sus bocas No es por indiscreción esta escena
en que tu música ha revolcado a muchas jovencitas
y enamorado con astucia al amor con el entusiasmo
propio de la juventud al amor Cien pies bajo tierra
y todavía marchas indagas Ebrio por estos libros
tristes plagado de tristeza ocultándote en los sonidos
ocultándome al mundo la cosa va y no va
así es Sólo a veces me encuentro contigo y sorprendes
a mi escritorio con tu par de guantes
nuevos blancos
y las personas huyen despavoridas porque no te entienden
porque temen la estridente burla de un viejo músico
autodidacta -viejo caprichoso-
el caos que felizmente ordena
que las desordena Ésa es la costumbre aquí todo lo diferente
es sustituido por un poco de pintura y buenos deseos
sonrisas vagas que reprimen: maquillajes

Yo me refugio en esta música demente
Apasionada.

N.N.

N.N.
-asustado maltrecho
todas las señales le apuntan-
¿qué pasaje llevo en los bolsillos? sin tapa sin
pasaporte la gente se pregunta por mí
los libros se preguntan por mí
dejé mi rúbrica como el perfil los grandes
hombres que pasaron desapercibidos
hasta el día de su muerte
una muerte cruel de brazos
cruzados
el sueño es un cuaderno sin anotaciones reales
y mi vida puede ser vista desde las dos caras
de la moneda una es el brillo del sol
pero no es el sol realmente nunca fue el sol
como todos creyeron el sol -habría que preguntarse
con los ojos cerrados- nunca hubo tal respuesta
sigo recibiendo rayos esclavo dueño de no sé qué
poderes divinos me viene por el lado materno
tanto orgullo tanto orgullo
¿quién dice que lo perdí todo?

En 1994 -Lima- la soledad es un aeropuerto inmenso
y los turistas buscan lo alto de las postales
para comunicarse con sus seres queridos
y las azafatas escrutan cierto color achinado
entre mis sábanas de sonrisa
hojeo mi rostro
-tarea ineludible- surcando arruga calle por calle
cada país.

Puedo dibujarlo...

Puedo dibujarlo
la arena entre los dedos señala el aire de tumulto
que la saliva pesada del polvo convierte en palabras
aún el mar hiede al basural que los pelícanos arrastran
en su infancia de plumas negras
y mi cuerpo huele al alcohol de la limpieza del cuerpo
puedo ver mis movimientos prolongarse al cuello
diáfano del conductor
el calor dopado en los ojos del trabajo del aire
la carretera que los pocos árboles afirman
en el rostro apurado de la gente
en gruesas chompas de piel
que el carbón no mina no desea labrar
más que la música desbocada que algún oleaje
a rastras ha tirado de la boca de todos
sólo anoche éramos más de treinta los que esperábamos
de la mano de un sampedro el verdadero color de los vidrios
la legítima colonia del cuerpo
el idioma que nunca cesa de estallar

Ah viento en estas túnicas de blanco
revienta el pedal bajo esta bota charolada
tan sólo nieve en el cerebro y casi olvido
la llave que me pueda guardar
¿qué más deseo que el polvo digo yo?
el hilo ajado sinsentido que cruzo
empantanada y sin remedio
la madeja apurada en los labios gruesos
de este Arenal que bendigo.

La camioneta se deslizó como un jabón en la bañera ...

La camioneta se deslizó como un jabón en la bañera
la muerte disfrazada de poste que en un toldo
la fábrica posesiona en el cielo
Ahí quedaron los tubos chamuscados
que forman un cordel momentáneo de gente
la hipnosis conjuntiva que me obliga a marchar
mientras el aire de todos tararea la contradicción
y en las carretillas un boquete de voces
cuelga del casco indiferente de un soldado
que la velocidad rescata en una mirada de pesca
Los floreros de verduras disipando el estío
de las manos tendidas
Las callosidades de mimbre esperando
el cambio intempestivo de la luz
como si no fuera suficiente el herbolario que mi madre
invoca para espantar lo que se resiste
La suerte hincada en la soldadura de zinc
que un huayno deshoja en el descolorido vertical
de la carretera
Los cerros de hormigón que llenan de plástico el alma.

El tiempo verde botella...

El tiempo verde botella
se hace trizas en las ventanas occidentales
la cascada intensa y el laser del viento benigno
en guantes blancos
dirige la música en un trotar arrítmico
de ratas mentales
Camino a los vendedores de baratijas
en el mercado de frutas
soñar es intenso como un golpe en el corazón
pero no es ésta la ciudad que se desata las trenzas
ni el corcho que mastico insistentemente
sabe al más grato sabor de la niñez
miro al alto y espigado amarillo
como no será nunca el sol en Lima
los chicos en sus bicicletas acarameladas cual globos
volando contra el viento
¿volaré yo también contra el viento
detrás de una idea que se desvanece iridiscente
en el diente de un jabalí?
Se hacen agua los helados las espaldas padecen
arrasadas por jardineros inescrupulosos
la idea es una pelota que se traga el polvo
en el centro efímero de una plaza
y yace el torero despanzurrado en su soledad
los aplausos aturden y litros
de incomprensiones que en la cara de una mesera
explotan
Como yo ella es pálida
y le vienen bien los colores chillones
el flequillo horizontal por donde acusiosos rayos equis
los turcos
entran trepando mayólicas como mentes en blanco

También puedo ser yo misma en la tubería
donde confluye lo que a medias se acepta y embolsa
y envía de mano en mano para hacer las cordiales pases
cada uno sin querer bordea su propio agujero
las veces que irreconciliable
un vendedor casa por casa toca
la rebosada puerta
el panal de moscas zancudas
la turbulencia la opacidad
la ciudad hecha de señales ajenas
ajena a su propia dirección

El violinista ruso aquel...

El violinista ruso aquel
trabajó todo el día
sin éxito la gitana vendió todo el día
todo el día una cartilla con números de la suerte
parecía emerger
de una enorme falda negra

Los ojos ocultan su perfil en el horizonte
de inmaculados mensajes vacíos
sacuden su cuero cabelludo
de pájaros gritones
sanguíneamente
recorren la ciudad
que un vocerío inanimado
de flores y estupor
ensancha
cada uno tiene un pastor
un campo o prado
un bosque o una jauría vigilante.