Romancero Español

Poemas de Romancero Español

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Romancero Español:

La venganza de Mudarra

A cazar va don Rodrigo, y aun don Rodrigo de Lara:
con la grande siesta que hace arrimádose ha a una haya,
maldiciendo a Mudarrillo, hijo de la renegada,
que si a las manos le hubiese, que le sacaría el alma.
El señor estando en esto, Mudarrillo que asomaba.
-Dios te salve, caballero, debajo la verde haya.
-Así haga a ti, escudero, buena sea tu llegada.
-Dígasme tú, el caballero, ¿cómo era la tu gracia?
-A mí dicen don Rodrigo, y aun don Rodrigo de Lara,
cuñado de Gonzalo Gustos, hermano de doña Sancha;
por sobrinos me los hube los siete infantes de Salas;
espero aquí a Mudarrillo, hijo de la renegada;
si delante lo tuviese, yo le sacaría el alma.
-Si a ti te dicen don Rodrigo, y aun don Rodrigo de Lara,
a mí Mudarra González, hijo de la renegada;
de Gonzalo Gustos hijo y anado de doña Sancha;
por hermanos me los hube los siete infantes de Salas.
Tú los vendiste, traidor, en el val de Arabiana,
mas si Dios a mí me ayuda, aquí dejarás el alma.
-Espéresme, don Gonzalo, iré a tomar las mis armas.
-El espera que tú diste a los infantes de Lara,
aquí morirás, traidor, enemigo de doña Sancha.

Prisión de Don Alvaro de Luna. Pide ver al Rey, sin conseguirlo

El rey se sale de misa
de Santa María la Blanca;
don Alvaro, el Condestable,
con otros lo acompañaba.
Díjole el rey en llegando,
con enojo estas palabras:

'Partios de aquí, Condestable,
que por vos me desacatan:
por creer vuestros consejos
mal me quieren en España;
si por ende hacedes otro
haríades en ello saña.'

Ya se parte el Condestable,
ya se vuelve a su posada,
amenazando a los grandes
que al rey tan mal informaran.
En la noche, a la su cena,
Diego Goter recio entrara;
díjole:

'Catad, señor,
que por todo Burgos anda
cómo habedes de ser preso
el miércoles, que es mañana:
cabalga en la mi mula
que yo vos sacaré en ancas
a la puerta de San Juan
cubierto con la mi capa.'

El Maestre se turbó
díjole que bien hablara:
pidió una copa de vino
con unas peras asadas:
como las hubo comido
adormido se quedara.
Díjole Diego Goter
saliese, que se tardaba:
dijérale:

'Anda, vete,
que voto a tal que no es nada.'

A la mañana otro día
Cartagena se levanta:
vio venir don Alvar Zúñiga
con doscientos hombres d′armas
fue a despertar al Maestre;
el Maestre luego s′arma.
Díjole:

'Tu padre avisa
que por él cercan la casa:
'Castilla', viene diciendo,
'libertad el rey demanda.'

El Maestre al gran ruido
asomóse a una ventana.
Dijo:

'¡Hermosa gente es ésta!'
Mas luego dentro s′entrara,
que le tiró un ballestero,
y por muy poco le errara.
El combate fue tan recio
que no hay cosa que le valga.
Acordó darse a prisión,
así como el rey lo manda.
El rey pasaba a comer,
iba allí el obispo de Avila,
viole asomar el Maestre,
y como le vio así l′habla;
el dedo puesto en la frente
dijera con voz muy alta:

'Para ésta, don Obispillo,
que la paguéis bien doblada.'

El obispo respondiera
con miedo al velle con saña:

'Por las órdenes que tengo,
señor, yo no os culpo en nada,
ni os tengo más cargo d′esto
que os tiene el rey de Granada.'

Envió el Maestre al rey
le escuchase una palabra:
el rey envió a decir
se acuerde le aconsejara
que a hombre que prendiese
nunca le muestre la cara.

Romance del infante vengador

Helo, helo por do viene el infante vengador,
caballero a la jineta en un caballo corredor,
su manto revuelto al brazo, demudada la color,
y en la su mano derecha un venablo cortador;
con la punta del venablo sacarían un arador,
siete veces fue templado en la sangre de un dragón
y otras tantas afilado porque cortase mejor,
el hierro fue hecho en Francia, y el asta en Aragón.
Perfilándoselo iba en las alas de su halcón.
Iba buscar a don Cuadros, a don Quadros, el traidor.
Allá le fuera a hallar junto al emperador,
la vara tiene en la mano, que era justicia mayor.
Siete veces lo pensaba si lo tiraría o no
y al cabo de las ocho el venablo le arrojó;
por dar al dicho don Cuadros, dado ha al emperador,
pasado le ha manto y sayo, que era de un tornasol,
por el suelo ladrillado más de un palmo lo metió.
Allí le habló el rey, bien oiréis lo que habló:
-¿Por qué me tiraste, infante? ¿Por qué me tiras, traidor?
-Perdóneme tu alteza, que no tiraba a ti, no,
tiraba al traidor de Cuadros, ese falso engañador,
que siete hermanos tenía no ha dejado si a mí, no.
Por eso delante de ti, buen rey, lo desafío yo.
Todos fían a don Cuadros y al infante no fían, no,
sino fuera una doncella, hija es del emperador,
que los tomó por la mano y en el campo los metió.
A los primeros encuentros Cuadros en tierra cayó.
Apeárase el infante, la cabeza le cortó
y tomárala en su lanza y al buen rey la presentó.
De que aquesto vido el rey con su hija le casó.

Romance de Gerineldo

Levantóse Gerineldo, que al rey dejara dormido,
fuese para la infanta donde estaba en el castillo.
-Abráisme, dijo, señora, abráisme, cuerpo garrido.
-¿Quién sois vos, el caballero, que llamáis a mi postigo?
-Gerineldo soy, señora, vuestro tan querido amigo.
Tomárala por la mano, en un lecho la ha metido,
y besando y abrazando Gerineldo se ha dormido.
Recordado había el rey de un sueño despavorido;
tres veces lo había llamado, ninguna le ha respondido.
-Gerineldo, Gerinaldo, mi camarero pulido;
si me andas en traición, trátasme como a enemigo.
O dormías con la infanta o me has vendido el castillo.
Tomó la espada en la mano, en gran saña va encendido,
fuérase para la cama donde a Gerineldo vido.
El quisiéralo matar, mas criole de chiquito.
Sacara luego la espada, entrambos la ha metido,
porque desque recordase viese cómo era sentido.
Recordado había la infanta y la espada ha conocido.
-Recordados, Gerineldo, que ya érades sentido,
que la espada de mi padre yo me la he bien conocido.

Romance de la pérdida de Alhama

Paseábase el rey moro - por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira - hasta la de Vivarrambla.
-¡Ay de mi Alhama!-

Cartas le fueron venidas - que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego - y al mensajero matara,
-¡Ay de mi Alhama!-

Descabalga de una mula, - y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba - subido se había al Alhambra.
-¡Ay de mi Alhama!-

Como en el Alhambra estuvo, - al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, - sus añafiles de plata.
-¡Ay de mi Alhama!-

Y que las cajas de guerra - apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros, - los de la vega y Granada.
-¡Ay de mi Alhama!-

Los moros que el son oyeron - que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos - juntado se ha gran batalla.
-¡Ay de mi Alhama!-

Allí fabló un moro viejo, - de esta manera fablara:
-¿Para qué nos llamas, rey, - para qué es esta llamada?
-¡Ay de mi Alhama!-

-Habéis de saber, amigos, - una nueva desdichada:
que cristianos de braveza - ya nos han ganado Alhama.
-¡Ay de mi Alhama!-

Allí fabló un alfaquí - de barba crecida y cana:
-Bien se te emplea, buen rey, - buen rey, bien se te empleara.
-¡Ay de mi Alhama!-

Mataste los Bencerrajes, - que eran la flor de Granada,
cogiste los tornadizos - de Córdoba la nombrada.
-¡Ay de mi Alhama!-

Por eso mereces, rey, - una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino, - y aquí se pierda Granada.
-¡Ay de mi Alhama!-

Presentimiento que anuncia a Don Alvaro de Luna su caída en la privanza del Rey

A don Álvaro de Luna,
condestable de Castilla,
el rey don Juan el segundo
con mal semblante le mira.
Dio vuelta la rueda varia,
trocó en saña sus caricias,
el favor en amenazas
privaba, mas ya no priva.
Ejemplo dejó en la tierra
porque el hombre mire arriba:
no hay seguridad humana
sin contradicción divina.
Una siesta, el Condestable,
que dormilla no podía,
con su secretario a solas
d′esta manera replica:
'Hoy el rey no me ha hablado,
miróme de mala guisa,
dejáronme venir solo
las gentes que me seguían:
Traidores que me quieren mal
y con el rey me malsinan;
él es fácil, falsos ellos,
venceranlo si porfían.'

'Condestable, mi señor,
el mar brama, el aire arrima
tu nave a enemigas rocas,
amaina porque no embista.
Sigue, cual la sombra al cuerpo,
a la privanza la envidia;
aprisa subiste al trono,
¡guarda no bajas aprisa!
La pompa humana tú sabes
que engendra ambición malquista,
pesadumbre, que en el aire
está de un cabello asida
a los pies del que te arroja,
dile:

'Señor, resucita
'este muerto a la tu gracia
'pues fue tu gracia su vida.
'Grande amor nunca se acaba
'sin dejar grandes reliquias,
'que disculpen del amado
agravios y demasías.'
Tendrán tus amigos gloria,
tus enemigos desdicha,
tu verdad victorias claras,
claras penas tus mentiras.
La humildad todo lo vence
con los reyes, las porfías
son vaivenes peligrosos,
don miserable caída.'
Esto dijo el secretario;
triste el Maestre suspira,
diciendo que a Dios ensaña
el hombre que en hombre fía.