María del Carmen

Ricardo Bogrand

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Es que la vida no había traído un dolor
tan perennemente extraño.
Y como la ceniza que se vierte
las manos arden
y arde la sonrisa
las uñas se rebelan
y el corazón se sale de su orbita.
Es que el dolor tiene un vestido en todo, y es invierno y es verano,
musgosa soledad
y piedra en sombra.
Hace dos años, María del Carmen,
estrella de mi voz y terrenal origen
cayó tu rostro de mujer agraria
al fondo de la tierra,
y tu cabello negro, siempre negro, fue a buscar nueva savia.

María del Carmen, resignación de pueblo en tu mirada,
lucha la de tus manos
por el pan de la aurora
y la esperanza.

Viajé desde tu barrio-corazón hasta el mundo
penetrado en anhelos.
Muerte la de tu sangre
de voz a voz el aire abría tu partida,
y en mi clara tragedia,
inconfundible,
tu adiós quemaba el surco donde sembró tu mano
este recurso mío de no mostrar la lágrima.

Hace dos años, María del Carmen,
y ahora estoy viviendo de tus constante esfuerzo campesino
de morir en sombra
mostrando al sol la cara.
Porque llevo en las venas este genuino estado de los hombres
que no lanzan un grito,
no obstante que la sed
envenena el cerebro.

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