Luz en desarmonía 
entre las dos imágenes que emergen 
del blanco incuestionable.
          Dos surtidores que al mirarse
pierden identidad y se vacían
hasta quedar a la intemperie
          de su sed. Ya no pueden
resolver ni eludir la interrogante
mutua que los confina
          en un nidal de transaprencia crítica.
          Es el vacío explícito
de la mirada lo que buscan
las manos a lo largo de la piel.
          No hay más respuesta ni más rumbo
que los ojos mirándose
desde la sombra de la lucidez
          para hacer segregar a todo el cuerpo
jugo de voz, y a toda la presencia,
forma de solo ser
          el instante que, en vez de pasar ve.
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