Otto Rene Castillo

Otto René Castillo fue un poeta oriundo de Guatemala, nacido en el año 1936 en la ciudad de Quetzaltenango. Desde el comienzo asumió su rol de escritor con una gran responsabilidad, utilizando sus versos para luchar por sus ideales. Con tan sólo 18 años de edad, debió exiliarse a El Salvador tras manifestarse en contra del golpe de estado llevado a cabo por Norteamérica para derrocar al presidente Jacobo Arbenz, quien había sido elegido en forma democrática por su pueblo. Pero su historia apenas comenzaba, dado que luego de años de haber viajado por varias partes del mundo regresó a su país de manera clandestina y se unió a un movimiento guerrillero. Tan sólo un año después, en 1967, recibió graves heridas en medio de un enfrentamiento y fue raptado junto a su pareja y torturado durante días, pagando con una pesadilla en vida por haber intentado defender aquéllo en lo que creía. Luego de casi una semana de agresión desmedida, fueron fusilados y quemados, el 17 de marzo.
Su poema "Vámonos patria a caminar, yo te acompaño" fue utilizado por sus asesinos mientras lo humillaban y lo herían gravemente, simbolizando de una manera cruel los cobardes tajos con los que lo desfiguraron antes de matarlo.

Poemas de Otto Rene Castillo

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Otto Rene Castillo:

Comunicado

Nada
podrá
contra esta avalancha
del amor.
Contra este rearme del hombre
en sus más nobles estructuras.
Nada
podrá
contra la fe del pueblo
en la sola potencia de sus manos.
Nada
podrá
contra la vida.
Y nada
podrá
contra la vida,
porque nada
pudo
jamás
contra la vida.

Libertad

Tenemos
por ti
tantos golpes
acumulados
en la piel,
que ya ni de pie
cabemos en la muerte.

En mi país,
la libertad no es sólo
un delicado viento del alma,
sino también un coraje de piel.
En cada milímetro
de su llanura infinita
está tu nombre escrito:
libertad.
En las manos torturadas.
En los ojos,
abiertos al asombro
del luto.
En la frente,
cuando ella aletea dignidad.
En el pecho,
donde un aguante varón
nos crece en grande.
En la espalda y los pies
que sufren tanto.
En los testículos,
orgullecidos de sí.
Ahí tu nombre,
tu suave y tierno nombre,
cantando en esperanza y coraje.

Hemos sufrido
en tantas partes
los golpes del verdugo
y escrito en tan poca piel
tantas veces su nombre,
que ya no podemos morir,
porque la libertad
no tiene muerte.

Nos pueden
seguir golpeando,
que conste, si pueden.
Tú siempre serás la victoriosa,
libertad.
Y cuando nosotros
disparemos
el último cartucho,
tú serás la primera
que cante en la garganta
de mis compatriotas,
libertad.
Porque
nada hay más bello
sobre la anchura
de la tierra,
que un pueblo libre,
gallardo pie,
sobre un sistema
que concluye.

La libertad,
entonces,
vigila y sueña
cuando nosotros
entramos a la noche
o Ilegamos al día,
suavemente enamorados
de su nombre tan bello:
libertad.

La ternura en tus manos

Está naciendo
la ternura en tus manos,
esta tarde,
mi dulce visitante.
Acudes
alegremente
al vuelo golondrino
de tus dedos
que se inician
de entrega.

Sabes.

La ternura se despierta
para siempre,
y tus manos descubren
muy pronto
que les gusta su rostro.

Créeme, es tu minuto más grave.

Quizá concluyen aquí
tus vientos infantiles.
Desde ahora
tienen tus manos
vuelo propio,

¡alto vuelo de ternura!

Los amantes

Se habían
encontrado hace poco.
Y hace pronto
se habían separado,
llevándose
cada uno consigo
su nunca o su jamás
su afirmación de olvido,
su golpeador dolor.

Pero el último beso
que volara de sus bocas,
era un planeta azul.
Girando
en torno a su ausencia.
Y ellos
vivían de su luz
igual que de su recuerdo.

Nunca estoy solo

De veras, nunca estoy solo. 
Tan solo estoy triste 
cuando tus ojos 
huyen 
del sitio 
en que debimos 
encontrarnos 
por la tarde. 
Ahora 
se pudre la espera 
debajo del tiempo, 
del tiempo que se ríe 
de mí, gran amador, 
desprovisto de amada 
en búsqueda siempre

Viudo de mundo

Compañeros míos,
yo cumplo mi papel
luchando
con lo mejor que tengo.

Qué lástima que tuviera
vida tan pequeña,
para tragedia tan grande
y para tanto trabajo.

No me apena dejaros.

Con vosotros queda mi esperanza.

Sabéis,
me hubiera gustado
llegar hasta el final
de todos estos ajetreos
con vosotros,
en medio de júbilo
tan alto. Lo imagino
y no quisiera marcharme.

Pero lo sé, oscuramente
me lo dice la sangre
con su tímida voz,
que muy pronto
quedaré viudo de mundo.



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