Miguel D´Ors

Miguel D´Ors nació en Santiago de Compostela en 1946 y es un importante poeta español del último siglo. Dadas sus cualidades creativas, donde se destaca un dominio exquisito de las cuestiones técnicas y las formas poéticas, es uno de los referentes de la nueva poesía española; siendo una gran influencia para numerosos autores jóvenes.
Es Doctor en Filosofía y Letras y ha trabajado durante muchos años en la Universidad de Granada como profesor de Literatura Española y habiéndose jubilado en ella en el año 2009. También en esta institución ha colaborado con varios estudios de investigación sobre la obra de diferentes poetas españoles, tales como Manuel Machado.
Entre sus obras poéticas pueden destacarse "Sociedad limitada", "Hacia otra luz más pura", "Curso Superior de Ignorancia" y "Sol de Noviembre". Además ha sido incluido en diversas antologías de índole nacional y su obra se ha traducido a numerosos idiomas, entre los que se encuentra el inglés, portugués, ruso, armenio y polaco. También ha publicado libros de ensayo, como "De Grecia a Grecia", "Virutas de taller" y "La «protohistoria poética» de Manuel Machado".
En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "Camino de imperfección", "Pequeño testamento" y "Era el abuelo".

Poemas de Miguel D´Ors

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Miguel D´Ors:

Era el abuelo

Era el abuelo y sus inmensas expediciones mirar
qué oruga viva y la caja con sus agujeritos los zapatos
    lustrosos
para los Reyes Magos el séptimo no hurtar las canicas
el trompo el adelante mis valientes Supermán
con su vista de rayos X pero la kryptonita
era estar de vigía en la rama más alta
de un manzano musgoso doscientas veces
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
No debo hablar en clase
a la capilla filas silenciosas 4 a 1 y el córner
a los tres penalty Extremadura dos
Cáceres y Badajoz en busca del tesoro enterrado y los
laboratorios
era el 'Celtas' fumando entre los cuatro tras un montón
de leña el rosa-rosae y la calcopirita no es pecado
era Susana con sus trenzas
                                            era

Reproche a Miguel D´Ors

Tu corazón navega en la Kon-Tiki,
se adentra con Amundsen por la grandes
soledades heladas,
sube al Nanga Parbat con Hermann Buhl, se abre
paso hacia el Amazonas, monta potros,
se hunde en ciénagas verdes con fiebres y mosquitos,
atraviesa desiertos, caza el oso.

Y tú aquí, traidor, en un escalafón y un horario.

Esposa

Con tu mirada tibia
alguien que no eres tú me está mirando: siento
confundido en el tuyo otro amor indecible.
Alguien me quiere en tus te quiero, alguien
acaricia mi vida con tus manos y pone
en cada beso tuyo su latido.
Alguien que está fuera del tiempo, siempre
detrás del invisible umbral del aire.

Pequeño testamento

    Os dejo el río Almofrey, dormido entre zarzas con mirlos,
las hayas de Zuriza, el azul guaraní de las orquídeas,
los rinocerontes, que son como carros de combate,
los flamencos como claves de sol de la corriente,
las avispas, esos tigres condensados,
las fresas vagabundas, los farallones de Maine, el Annapurna,
las cataratas del Niágara con su pose de rubia platino,
los edelweiss prohibidos de Ordesa, las hormigas minuciosas,
la Vía Láctea y los ruyseñores conplidos.

    Os dejo las autopistas
que exhalan el verano en la hora despoblada de la siesta,
el Cántico espiritual, los goles de Pelé,
la catedral de Chartres y los trigos ojivales,
los aleluya de oro de los Uffizi,
el Taj Mahal temblando en un estanque,
los autobuses que se bambolean en Sao Paulo y en Mombasa
con racimos de negros y animales felices.

    Todo para vosotros, hijos míos.
Suerte de haber tenido un padre rico.

Otro poema de amor

Qué dicha no ser Basho, en cuya voz
florecían tan leves los ciruelos,
ni ser Beethoven con su borrasca en la frente
ni Tomás Moro en el taller de Holbein.
Qué dicha no tener
un bungalow en Denver (Colorado)
ni estar mirando desde el Fitz Roy el silencio
mineral de la tarde patagónica
ni oler a bajamar de Saint-Malo

y estar aquí contigo, respirándote, viendo
la lámpara del techo reflejada en tus ojos.

Por favor

Se van muriendo uno tras otro
como en las películas de náufragos
o de aviones estrellados en neveros incógnitos.

Sucumbió el portero de fútbol catequístico
y el bailarín de valses bajo la luz periódica de un faro

y el estudiante que sueña
un verano arqueológico en Egipto

y el insensato que sufre por unos ojos
que eran una sucural del Cantábrico

y el posible profesor de español en Colorado.

Ahora está agonizando -es evidente- el aspirante a gran
poeta
y no vivirá mucho el montañero que conoce por sus
nombres
todas las aguas de Belagua y Zuriza.

No sé cuáles serán los supervivientes definitivos,
los miguel d′ors que lleguen a la última secuencia
-que según los antiguos es el paso de un río-,
pero le pido al Cielo que en aquel grupo esté, por favor,
el muchacho que una tarde,
mirándote mirar el escaparate de la librería Quera
en la calle Petritxol de Barcelona,
empieza a enamorarse de ti como un idiota.