Luis Cañizal de la Fuente

Poemas de Luis Cañizal de la Fuente

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Luis Cañizal de la Fuente:

PADRE DE TODAS LAS CRISMAS

(paisaje pasoliniano)

Se colmulga también en templos de la sordidez:
has de reconocerlos
por los ojos de arcadas aturdidos
que tienen en las plazas los patios de caballos
y, en sus puertas, montantes
con el cristal de medio real saltado
al modo guerra de la independencia
por turbas que convierten estaciones de tren abandonadas
en catedral del vómito en ayunas.
Entrado el sol en esos deambulatorios
todo lo hace el fervor,
la mano como garra piadosa sobre el pecho,
el rosario sonoro de las gotas pendientes,
la mirada ascendente,
la actitud recogida del cobarde,
la salida gloriosa del que huye por la puerta grande
a las afueras en que crece la hierba de la desconfianza,
anhelando a barrunto los trazados termómetro
y su camino alegre; y encontrarlo
cicatrizado por la violencia
en túmulos canela.
Desolación. Desnorte. Mirada circular,
y es sólo entonces cuando se despierta
el hedor del baldío de la tierra.

QUE AL SON DE NUNO JUDICE


Los campos de la patria son una lección retórica de austria-hungría a caballo,
una baladronada de schumann cabalgando en un leño,
una sabihondez del abate liszt,
unos ojos exoftálmicos pidiendo limosna al cielo:
la consapevolezza
del mulo que sueña
con nubarrones desde la tibieza de su cuadra
mientras pasta ante la pesebrera.
Los campos de la patria
son tener cauce y no tener río al que asomarse
cuando se es árbol de la orilla.

...Como cae del cielo
la luz en lamparazos misericordiosos
medidos a zancadas por los postes y sus cables métricos.
Lamparazos de luz:
explosiones radiosas a lo lejos
que no acierta la vista a distinguir
si es aguacero jubiloso y repentino (como en el porvenir de nuestras vidas)
o al cauce abandonado cumplirle la promesa
de que volverá un día a transitar henchido,
con pinos en cantiles por orillas.

Los campos de la patria son
nube rampante en cielo de tormenta,
cañonazo estrellado en el costado mártir
del mapa en carnes vivas
sin nombres con los que arroparse.
Los campos de la patria son lo que resta de
un muro tembloroso de castillo
(como corazón de sandía enarbolado) en el aire de tormenta.
Los campos de la patria son un piano desmelenado cuando
empieza a llover a latigazos igual que exclamaciones
desatando el olor a pasto fresco en todas las conciencias.

PERIODICO


No quiero ver más fotos de estropicios de guerra,
sino, a lo sumo, lo que les ha hecho el temporal
a los troncos de pino:
mandarlos crecer en bucle,
dejarlos astillados hasta media cepa
para que giman cautelosamente al acercarme
y pueda yo mecerme sobre tal cautela;
descuajarlos para que aromen a tierra humanitaria;
tronchar un fuste para que perfume
en forma de cabeza tonsurada,
un olor hemisférico a trasquileo humano.
En vez de ramas, sus sombras con que ceñir la carretera
para que vaya pulsando humanamente hacia lo lejos.
Contar la mitología metamórfica
del raigón de pino que era torso humano
y confundido fue por la divinidad
en escamosa grupa de marino monstruo
que ladraba a los pinos.

(Acabado el relato,
sueltan todos a una la leyenda
-dígase cabellera-
y me sellan el juicio largamente
con bufanda de ovas. Inefable.)

DEFINICION


También hay un silencio enamorado.
Existe entre las cosas. Existe entre nosotros.
En un patio con luz hipnotizada
(las dos del día) yendo hacia septiembre.

En el suspiro misericordioso
del pecho de un enfermo.

En lo que hablan en voz baja los amantes:
cuando callan
y no se oye ni pasar el viento,
silencio enamorado.

Silencio enamorado
el que dejan las horas del reloj
cuando verbera el toque entre suspiros.

Silencio enamorado el que azotan
las alas de un ave pinariega
si entre agüero y agüero de su canto agreste
penetran las aristas resinosas
de callar un perfume.
De callar... y volver el aroma
como un dicho suertudo.

LA HORA TODAVIA


La hora todavía
se dejaba tocar en la cabeza.
Qué descanso: estar vivo
era seguir durmiendo.

EN EL TRASMUNDO TIEMBLA UNA BOMBILLA


I

¡Valtellina aprendida de memoria
hace diez años, sobre los papeles,
en figura cambiante de lo que nunca fuiste!:
ni pergamino casi transparente,
ni ternilla de un blanco repulsivo
ni trémula cuajada para fauces.

II

Valtellina bufanda sin sombrero,
malhumor ascendente desde el amanecer,
humor agrio de sol entre las barbas,
minuto centelleante carretera abajo.

III

Y cuando nada importas a tirios ni a troyanos,
y trescientos deshielos han comido
la melena de piedra del león de tu historia,
y cuando ya tus hombres
no queman, ya no bregan
ni obedecen a Dios ni se sublevan
-a lo sumo, sestean
ante un vaso de blanco
y dicen en dialecto que regalan un gato
al español que pasa y curiosea-,
entonces encontrar el pecho de San Pablo
en tu valle zurrado de peleas,
ya sólo cicatrices recubiertas de hierba.

IV

Descubrirlo esta tarde, cuando nadie hace caso;
descubrirlo pulido
por la lluvia, entre el barro resbalado.
Y entonces abrazarse
contra el pecho de tabla de San Pablo
en figura de pueblo y desconcierto de animales mojados
entre establos cerrados
y bombilla penosa y apenada
en el marco febril de la ventana.