Cuando a mi estéril corazón me vuelvo, 
por las eternas dudas asolado, 
pienso en Tartaria, en gélidos desiertos, 
y una sombra comienza a tomar forma 
y una forma se encarna lentamente, 
mientras mi débil voluntad conquista. 
Deseo entonces que el jinete eterno, 
a quien turban inmensas lejanías, 
lleno de desazón, se ponga en marcha.
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