Jaime Siles

Jaime Siles es un poeta valenciano nacido en el año 1951. Además de su producción literaria, se ha dedicado durante años a la docencia a nivel universitario en varios sitios de Europa. Desempeña una importante labor de gestión cultural y asegura que es capaz de conciliar todas sus actividades porque, si un poeta es ordenado con su propia obra, también puede serlo con el resto de los aspectos de su vida profesional. Como escritor, se ubica dentro de la generación del lenguaje y explica que el franquismo, entre todos los daños que causó a la sociedad española, pervirtió el lenguaje, de manera que sus contemporáneos y él sintieron la misión de reformar la representación verbal de la realidad.
Como autor, ha incursionado en varios géneros, siempre con un manejo impecable del idioma, haciendo honor a una de sus ideas fundamentales: el lenguaje representa los límites de la propia inteligencia, de uno mismo y de su realidad. Entre sus obras publicadas, encontramos los poemarios "Música de agua", "Semáforos, semáforos" y "Pasos en la nieve", su libro de crítica teatral "Bambalina y tramoya" y su ensayo "El barroco en la poesía española". Para conocerlo a través de sus propios versos, contamos con una selección de su poesía, y destacamos "La tierra de la noche".

Poemas de Jaime Siles

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Jaime Siles:

Silencio

Equilibrio de luz
en el sosiego.
Mínima tromba.
Ensoñación. Quietud.
Todo:
un espacio sin voz
hacia lo hondo oculto.

Marina

Una antorcha es el mar y, derramada
por tu boca, una voz de sustantivos,
de finales, fugaces, fugitivos
fuegos fundidos en tu piel fundada.

Una nieve navega resbalada
en resplandor de ojos reflexivos,
de sonoros silencios sucesivos
y de sol en la sal por ti mojada.

La turbamulta del color procura
dejar sobre tu tez la tatuada
totalidad miniada de la espuma.

Tu cuerpo suena a mar. Y tu figura,
en la arena del aire reflejada,
a sol, a sal, a ser, a son, a suma.

Acis y Galatea

Ese cuerpo labrado como plata,
ese oro, esa túnica, esa piel,
ese color que tiñe la escarlata
corola del pistilo de un clavel;

ese cielo de cárdenos espacios,
esa carne que tiembla en el vaivén
de las rodillas y de los topacios
nos dicen que este cuadro es de Poussin.

El resplandor del sol en los minutos
del gris del agua sobre el gouache del gres,
el césped de corales diminutos
que puntean las puntas de sus pies;

el placer de los vicios absolutos,
el maquillado estambre, el cascabel
de sus tacones, los ojos resolutos
disueltos en vidrieras de bisel;

las dunas de su cuerpo y esas manos
que la luz difumina en el papel
de este poema dicen que eran vanos
ese oro, esa túnica, esa piel.

La chica que los mira aquí a mi lado
es más real que el lienzo y que el pincel:
hace un gesto de geisha emocionado,
más certero, más cierto, más rimado
de rimmel que la estrofa del clavel.

El cuadro del museo que miramos
no está en la sala, ni en el Louvre, ni en
la Tate Gallery, el Ermitage o Samos,
y no es –ni por asomo- de Poussin.

El cuadro del museo que miramos,
Acis y Galatea, ellá y él,
somos nosotros mismos mientras vamos
-ojo, labio, boca, lengua, mano-
sobre la carne del amor humano
ensortijando flores, cuerpos, ramos
de un verano mejor que el del pincel.

El corazón del agua

Remos, mareas, olas.
Un murmullo impreciso perpetúa
la oculta faz del imposible aliento.

Una gota de sal disuelta llama
sobre un pecho pretérito
buscándote.

Un párpado de luces diminutas
donde tus dedos tocan el azogue.

Un latido oxidado que penetra
y lame y teje y corta claridades.

Sólo existir perdido
donde el agua
multiplica su rostro en otras ondas...

Música de agua

El espacio
-debajo del espacio-
es la forma del agua
en Chantilly.

No tú, ni tu memoria.
Sólo el nombre
que tu lenguaje escribe
en tu silencio:

un idioma de agua
más allá de los signos.

Himno a Venus

Amor bajo las jarcias de un velero,
amor en los jardines luminosos,
amor en los andenes peligrosos
y amor en los crepúsculos de enero.

Amor a treinta grados bajo cero,
amor en terciopelos procelosos,
amor en los expresos presurosos
y amor en los océanos de acero.

Amor en las cenizas de la noche,
amor en un combate de carmines,
amor en los asientos de algún coche,


amor en las butacas de los cines.
Amor, en las hebillas de tu broche,
gimen gemas de jades y jazmines.