Isla Correyero

Poemas de Isla Correyero

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Isla Correyero:

No fluye sangre

No he venido a traerte la violencia que habita en mi
corazón.

No he venido a mostrarte mis ojos despintados y mi último
vestido.

No he venido a distraerte ni a olvidar.

Ni vengo a matarte ni a vivir de tu sombra.

He venido a verte envejecer y a que en tu decadencia me
veas como nunca me viste:

Fría, paciente y azul como un cadáver.

Terciopelo azul

Mi coño eleva el conocimiento que tú le has enseñado. La velocidad y el violento latido de una
                                                            horca.

Mi coño alimentado por una boca física tiene el
                                                  oficio azul de ser frágil y exacto.

Flexible y religioso, mi coño es la pirámide de un                                                   resplandor de oxígeno que se pone mis bragas.

Tiene quinientos años de elegancia y de músculos
                                                  batidero de sangre volada de partículas.

Fluye con tabaco, la cicuta y el whisky, tiene chispas                                                   de plata, monedas de cerveza.

Con tu estremecimiento causas en mí palabras que
                                                   dicen deserciones y dulces animales.

En tu lengua me dices cosas extraordinarias, se me                                                   llena la oreja del ardor de los fósforos.

Pasa todo a mi coño, se forman las arrugas, aprende,                                                   coronado cómo abrirse las venas.

    Tan despierto y profundo como un túnel en llamas, llega al centro, al tugurio de un burdel que se mueve.

Es un párpado oliendo tu medida en centímetros, el                                                   aceite de un arma, con una bala de oro.

Extremaución del vértigo que crece en los amantes,
                                         mi coño es un estado mental de luz y sombra.

Suda como una sábana. Palpita como un trago. Es
                                        móvil terciopelo azul. Báilalo lento.

                                                  Por la muerte.

                                                  Jode la tristeza.

El perturbado...(17 de junio de 1994)

El perturbado camina por el pasillo con una vela en
la mano. Entre la velocidad y la luz de su paso se
ven sus lágrimas azules.

Desviado del mal su voz es indefensa.

Rodeado de moscas blancas, encerrado en su círculo,
camina toda la noche por el hospital,
mientras la cristalina luz de la inocencia le protege.

El deseo

Ésta es la enfermedad cruel del deseo.
La ruta de los pájaros sonámbulos
en vuelo breve bajo las tormentas.
Conozco sus libreas y sus máculas
Y las motrices ansias eternales,
demasiado bien lo conozco.

Desciende azotándome hasta el cauce
y arranca blancas prendas con su apremio.
Cruza paisajes de escarcha subterránea,
desiertos, lunaciones, parajes en crepúsculo.
Es un huésped simbionte en las dunas más altas.
Es un paraje negro oculto entre la nieve.

Cuando llegan las horas del silencio
se asienta en mí y persiste
balancea mis ancas, las abulta.
Es un impulso espeso y enturbiado
que bordea mis labios
y que en fugaz ración muestra su presencia.

Nada sabe del alma ni sus incubaciones,
nada necesita:
sólo el grueso espejo de otro cuerpo caliente.
Y sólo permanece la sombrilla violeta de mis ojos breñales
cuando en la nublada languidez del vaho
el cristal no devuelve más que su superficie.

Ésta es la enfermedad cruel del deseo
que por ti siento siempre,
hondísimo
quemando,
y no devuelto.

Diecisiete de diciembre de 1993

17 de diciembre de 1993



Cuando paso por los pasillos limpios de ginecología
veo a las mujeres desnudas y sin pechos sobre las
blancas camas.

Todas vivas aún bajo la malvada inocencia del cáncer,
rodeadas de flores y pasteles se disuelven en la luz
de la tarde
mientras la masa indefinida de la enfermedad va
creciendo como miles de seres sin conciencia y sin frío.

Mi oscuro corazón de cansada enfermera va cerrando
las puertas de sus habitaciones.

La muerte sigue también detrás de mí.

Una mano me alcanza:

Señorita.

Coño azul

Mi coño es negro como carbón
evaporado. Pero se vuelve azul a la luz
de la tele y de la luna.
La característica más peculiar que
explica su color y su forma
es
que tiene circulación lenta y
estremecida que va navegando hacia la
tinta de las venas y se abre al desamparo
de mi dormitorio como si
comprendiese que un dedo impenetrable,
masculino,
no pasara por él ni por las sábanas.



Sería una esperanza considerar
que sobre mi coño solitario aún pueden
caber volúmenes remotos
o
un pañuelo azul que penetrase las dos
mitades húmedas y abiertas y así pasar
esta tela azul, ensangrentada,
quedándose,
rompiéndome
porque mi coño ya es invencible,
mi enemigo.




Aislado del amor
cualquier coño es violento.



(De su libro: Mi coño azul)