Griselda Álvarez Ponce de León

Poemas de Griselda Álvarez Ponce de León

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Griselda Álvarez Ponce de León:

Desayuno

Si es que me siento sola, no me importa.
Con el ego me baño narcisista,
ante el espejo me hago una entrevista
y escribo lo que el vidrio me reporta:

la vejez asomada que soporta
un espíritu fuerte y optimista,
hay mucho más de risas a la vista
porque el dolor la vida nos acorta.

Tengo amigos y amigas; más de alguno
por teléfono a veces me resiste.
Espanto algún recuerdo inoportuno

como si fuera mosca. Y si persiste
le invito un poco de mi desayuno.
Sé que estoy sola. Pero nunca triste.


Marzo 27 de 1995

México de mi vida

Yo te miro en un niño de la calle,
cofre arriba limpiando un parabrisa
con la carita ayuna de sonrisa,
(ni una razón a que la risa estalle).

El vidrio diáfano '¡qué no se raye!'.
Mientras el porvenir del sin camisa:
violado por cualquiera, droga, prisa,
ganador de la vida en bocacalle.

Oscura piel de mugre sin aseo,
mirada con dureza que me embiste,
un sólido rencor que deletreo,

huesos al aire, niño que resiste.
Y ahí, aún en pie, ahí te veo
México de mi vida, imagen triste


                                                  Diciembre 4 de 1995

Historia

¡Ay primavera, primavera suave!
Érase una mujer que compartía
el humus de la tierra, la armonía,
el árbol fácil y el nidal del ave.

Érase una mujer como una llave
con la que abrir un mundo de alegría,
una mujer, fugaz sabiduría,
pacífica guerrera, beso en clave.

Y érase un hombre así, de todas suertes
hombre y señor, total naturaleza,
puño gigante, lumbre de mil muertes,

abismo terminal, conciencia ilesa,
con el llanto interior, porque eran fuertes
sus ojos de metal color tristeza.

Alba

Orífice del alba, dulce loco,
alucinada estoy en tus colores,
si me pintas la noche de temores
en el amanecer dórame un poco.

Después verás qué pájaros convoco
para que te rindamos los honores
porque eres hacedor de los albores
y principio de todo lo que toco.

Viérteme caridad en la escudilla,
dame el trino, la flor, la mariposa,
el germen del olvido, la semilla,

la verdad que se oculta en cualquier cosa,
deténme ya de la terrible orilla,
tíñeme el alba de esperanza y rosa.

Balance

Tanto pugnar por definir la vida,
tanto por detener el tiempo breve
por sostener el pulso que nos mueve
por dejar testimonio de la huida.

Y ver la primavera malparida
o el verano febril que nos remueve,
el otoño temblón que nos conmueve
y el invierno en su muerte desceñida.

Después, hacer balance de improviso:
el recuento de pasos, el minuto,
ayer como hoy relámpago sumiso.

Y pagar de rodillas el tributo
que se nos cobra en término preciso
al desprender de la carroña el fruto.

Vello

Césped infante cubre tu llanura
a tornaluz tal vez rubio de paja
que ahí donde la luz se resquebraja
en bosque limitado se inaugura.

Alfombra tierna, dime ¿de qué hondura
nació la sangre que en tu piel trabaja,
para que germinaras con ventaja
y más seda se hiciera tu envoltura?

Sutileza del aire con que roza
tu ligero vellón en desaliño,
quizá en algún lugar selva tortuosa,

quizá en algún lugar prado lampiño.
A mis dientes corderos suelto ansiosa
para que trisquen en tu césped niño.