Francisco Antonio Gavidia

Poemas de Francisco Antonio Gavidia

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Francisco Antonio Gavidia:

La calle

¡Aborreced la suerte, cuya mano
le premia su egoísmo al opulento,
y le allana la senda al miserable,
y lleva a las alturas al perverso!

¡Aborreced la suerte que levanta
una muralla al paso de los buenos,
y abre una sima a la virtud y ahoga
el corazón más noble entre sus dedos!

La calle es la morada del mendigo.
La indiferencia la cubrió de hielo.
Y en ella, al sol, al aire y al espacio,
El mendigo es su libre prisionero;
Con la ciudad por cárcel, se detiene
A las puertas, no más: no pasa dentro!
Es cojo; tiene grillos a las plantas.
Es manco; sus esposas son de hierro.
Es sordo; ni él se escucha, está murado.
Es mudo; tiene una mordaza. Es ciego;
Está preso en la tumba.

La miseria,
He allí al invisible carcelero.
¿Quién dice que la suerte -¡Oh, tú que pasas
cerca de esos harapos y sin verlos!-
quién dice que los hombres, algún día
no te puedan poner la mano, y luego,
llevándote a la puerta, al sol, al aire,
entregarte a las calles prisionero?
¿Volviste, pues, la vista al desgraciado?
¿Quién la volverá a ti, si no la has vuelto?
¿Alargaste la mano al desvalido?
¡Quién te la ha de alargar, si no lo has hecho!
¿Apagaste su sed? ¿Saciaste su hambre?
¿Diste una cama al doblegado al sueño?
No diste agua, ni pan, ni diste cama:
¡Ve soñoliento, pues, sediento, hambriento!

¡Ah! Muchas veces, quien negó un bocado
vio a su mesa doblársele el sustento;
quien negó una limosna, vio doblarse
la plata en la arca, el grano en el granero;
quien negó un lecho, descansó tranquilo
hasta muy tarde, abandonado al sueño.

¡Alza, que llega el día!...
...el de la muerte;
¿Quién no la vio llegar sobrado presto?
¿Y entonces quién no pide una limosna?
¿Quién, Señor, ante ti, no es pordiosero?

La hoja en blanco

El Duque: ¿Cuál fue su historia?
Vila: Una hoja en blanco, Alteza:
no revel?jamás su amor.....
.................................................
...Y en negra, pálida pesadumbre,
asemejábase a la paciencia
sentada sobre un sepulcro
y sonriendo al dolor...

La noche de reyes, Shakespeare


T?me puedes decir que yo amo a otra,
Aunque hace mucho tiempo que no la amo;
Hacer memorias de mis noches largas
Cuando por otra suspiraba en vano;
Decir que el corazón que yo te ofrezco
De amar y de sufrir est?gastado,
Y que me vuelvo a ti en la hora tremenda
De la desilusión y el desencanto.
Y al decírmelo t? ¿qu?he de decirte?
Y al afirmarlo t? ¿cómo negarlo?
Vale más que este amor sea tan solo
Una hoja en blanco.

Si antes; si ha mucho tiempo nuestra suerte
Me hubiera puesto de tu senda al paso
Y aquel mi corazón ardiente y firme,
Dócil de las pasiones al reclamo,
Te hubiera yo ofrecido, amiga mía,
Puro como ascua y como cera blando:
¡Ah, si antes; si t?entonces, amorosa,
y yo lo hubiera alzado ante los cielos,
hincada, como una hostia o como un astro,
dios con su bendición llenado habría
esa hoja en blanco.

No habría sido mi cariño estéril,
No habría entonces suspirado en vano,
No pensaría como ahora pienso
Que he hecho un desperdicio de mi llanto.
No hablemos de eso... Amaneci?muy tarde:
Fue la aurora una fiesta de nublados:
Los pájaros temiendo por el día
Cantaron la tristeza de los campos.
Y bien s?que mi dicha est?en tus ojos,
S?que mi paraíso est?en tus labios,
S?que sólo tu nombre escribiría
En la hoja en blanco.

Lágrimas que no salen se hacen piedras
Y dogales los ayes no exhalados:
No sabes cuánto pesa mi silencio,
Cuánto hay de luto en mi sonrisa y cuánto
De deseos encierro, y de suspiros
Que antes que salgan a decirlos, mato.

Cuando algún día me halle con la muerte
Que me lleve al abismo de la mano,
Serán mis confidencias al sepulcro
Lo que t?por m?mal has ignorado:
La historia de este amor quedar?siempre
Una hoja en blanco

Soneto

¡Cómo el ardor del entusiasmo engaña!...
Y tú, soñando, con audacia loca,
Intentabas salvar de roca en roca,
La sombría altitud de esa montaña...

Aquí el súbito escarpe, allí la huraña,
Honda caverna de espantable boca;
Mucha la asperidad, la fuerza poca...
¡Y subir apoyado en una caña!

Y bien, si es la verdad; sépalo el mundo;
sientes sangrar tus pies, sientes vacío
Tu cielo azul; tu dolor, profundo:

Noche en tu frente; ent us entrañas, frío;
Flaca tu fe; tu espíritu, iracundo...;
Ya es tiempo de gritar: ¡Valor, Dios mío!

La defensa de pan (Fragmento I)

¿Qué te falto al respeto?
¿Cuándo y a qué respeto pudo faltar amor?
Amor no hace antesala, ni se calza los guantes,
Ni hace genuflexión.
No quiere cortesías;
Ni lleva más vestido que alas para volar,
Ni tarjetas... se anuncia con acerada flecha
De las de su carcaj.
¿Qué te falto al respeto?
Pues manda, niña mía, manda que antes de entrar
El ruiseñor al nido, le anuncie algún portero
Con sombrero alto y frac.
Todo ha de ser medido;
Todo puesto a la moda ¿no es verdad? ¡conn´il faut!
Palabras ardorosas, apretones de manos,
¡oh!, qué profanación.
Las miradas que encienden;
Disimulos que juntan un pie con otro pie;
Las rodillas rozándose debajo de la mesa...
¡Eso es vulgar! ¡Eso es...!
¿Pues qué eso de estrecharse
la femenil cintura en la fiebre del vals?
¿pues qué eso de sentirse el ambiente de llamas
de un aliento al soplar?
¿Pues qué eso de sentirse el ambiente de llamas
de un aliento al soplar?
¿Pues qué eso de estrecharse
la femenil cintura en la fiebre del vals?
¿pues qué eso de sentirse el ambiente de llamas
de un aliento al soplar?
¿Pues qué eso de ir uniendo
más los ansiosos pechos? ¿Pues qué ese ir y venir,
esa dulce fatiga, esa sed sin cansancio
que parece sin fin?
Ese mirar de ojos,
Ese estrechar de manos, ese apagar de voz;
Y aquello de creernos en tempestad de fuego
¿llevados de un ciclón?
Pues qué en medio de las turbas,
En cuidadoso olvido y en calmosa inquietud,
Confundir las miradas, pensar la misma cosa,
y verlo todo azul...

Neurosis

Sabe que es el espíritu un abismo
                 Y el corazón un mar:
Así es que dentro llevo de mí mismo
A la vez una y otra inmensidad.

Mis nervios, arpa viva, en el ramaje
Cuelgan del árbol de mi cuerpo y dan
Un gemido al pasar por su cordaje
                  La tempestad.

La ofrenda del bramán (Poema Indostano) (I)

Yo era un bramán conocedor del Veda;
Yo me vestía mi ropón de seda,
Y en concurso de santos y de sabios
Oía, cual rumor de la arboleda,
Toda la inspiración, la ciencia toda,
Manar, al escaparse de mis labios,
Los versos de Valmiki en la pagoda.
Yo congelaba el iris,
Y al rayar de la aurora,
Las nieves eminentes
De los Dawelaguires,
Nimbada de vapores refulgentes, 
Que hería un soplo de oración sonora,
Eran tímpanos cándidos de rimas,
Rapsodias profundísimas y extrañas,
Con que daban a Brama, las montañas,
Gracias por las edades de sus cimas. 

Biografía de Francisco Antonio Gavidia

Francisco Antonio Gaviria Guandique, nació en el departamento de San Miguel, el 29 de diciembre de 1863. Fue bautizado con el nombre de su padre, de origen vicentino, siendo su madre, Eloísa Guandique, nieta del prócer de la Independencia, Gregorio Melara, nacida en Usulután.

Contrajo matrimonio con Isabel Bonilla y fue padre de doce hijos.

Considerado el iniciador de las letras salvadoreñas, practicó los más diversos géneros. Fue escritor educador y periodista.

Lector y traductor de poetas franceses, enseñó a su gran amigo, Rubén Darío, el alejandrino francés, que otorgó a sus versos una sonoridad distinta y única. Darío difundió este estilo en todo el suelo castellano. Rubén Darío lo mencionó en su Autobiografía al considerar que fue, según sus propias palabras quien le otorgó la posibilidad de incursionar en "La floresta de las letras francesas". Fue un estudioso de la historia americana y fue declarado en 1932, "Salvadoreño Meritísimo", por la Asamblea Legislativa.

Indagó las causas que sumían a su patria en la crisis social, económica y política, sentando las bases del Programa del Partido Liberal Salvadoreño. Dirigía, junto a otros personajes de la época el periódico "El Liberal" y en uno de sus números publicó estas ideas, basadas fundamentalmente en la democracia y la igualdad, ideas reveladas por los revolucionarios franceses, objeto de su admiración.

Considerando que iba en desmedro de la soberanía centroamericana se opuso a la construcción del canal de Panamá.

Fue elogiado por los más prestigiosas figuras literarias, como Federico Mistral, Rubén Darío, Díaz Mirón, Ricardo Palma, Gabriela Mistral, Pedro Henríquez Ureña; y en Europa llegan a comentarse sus escritos hasta en universidades alemanas, como la de München.

Entre sus obras, cabe citar: Obras poéticas: "Versos" (1885), "La princesa Catalá (1944); "Sóteer o La tierra de Preseas" (1949); teatrales: "Ursino" (1886),"Júpiter" (1889) y "La torre de marfil"(1920); históricas: "Historia moderna de El Salvador" (1917); narrativas: "Cuentos y narraciones" (1931.
Este precursor del modernismo en Centroamérica e iniciador del relato breve salvadoreño, falleció en San Salvador el 22 de septiembre de 1955.