Fabricio Estrada

Poemas de Fabricio Estrada

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Fabricio Estrada:

El hombre infeliz

Resulta fácil reconocer
a un hombre infeliz.
Su pecho gira
como un cubo
de diversas dimensiones.
Ángulos y vértices
los caminos hacia su alma
tienen el margen abismal
de los abrazos posibles.

Su casa es grande
y de fórmulas y alambres cubierta.
Nada de ella con vida se escapa,
ni los ecos
ni la noche que dentro de ella
euclídica se fragua.
Es tan fácil golpear su mejilla,
una palabra de amor lo desbarata,
el paraíso se rompe
y caen pedazos
de sus guardias de bronce.

El hombre infeliz
engorda recuerdos
que saca a pasear por las tardes,
recuerdos rabiosos
que muerden el aire
y que se van abriendo paso
a dentelladas tristes
y a torpes gemidos vanos.



(De : Folleto publicado por Fundación
Poetas de El Salvador con motivo del
II Festival Internacional de Poesía
llevado a cabo en junio de 2003)

Poema que la muerte espera

Nada es para siempre,
aceptémoslo,
Lo eterno se inventa
para no vernos acabados.

Nada dura más tiempo que una vida,
sólo las aves creen que el planeta es infinito,
sin imaginar que su vuelo
es inferior al de los astros
y que estos, a la vez,
un día se opacan
y surcan vacíos el silencio
como el corazón de un hombre
que ha dejado de amar.

Por ello, cuando sé
que el amor es el primero en morir,
no dejo de sentir una extraña alegría,
saco una silla al patio
y entre las flores,
dejo a los gatos atrapar
y matar mariposas
en su juego.

El muro frontal

I

Cierta suciedad en el ambiente.
La basura desordenada
entre las vísceras del aire.
Los amigos viéndome distinto,
muy cambiado;
verme una vez por cada uno que se casa
no es para menos...
Las distancias se alargan cuanto pueden,
como la edad y el olvido.

Pasan las circunstancias,
indicios de que tiempo atrás
anarquizamos la noche.
Pasan las actitudes,
lo alienante,
horas que fueron parte y hechos.
Ciertas imágenes como un sueño empañado
o como un recuerdo
que se resiste a concretar sus líneas.


II

El muro de la casa de enfrente
es el mismo que quisimos pintar
con graffitis de mujeres desnudas,
con nubes que desde aquí
nos parecieron siempre
las olas de las playas.
Tras los cerros conocimos
la imponente redundancia del adolescente,
imaginábamos,
el primer compromiso con el amor,
la última promesa de nunca separarnos
y el estruendoso silencio
con el que posiblemente dialogan
los seres submarinos.

Ojo de celda

No hablo de calendarios
ni de cálculos suplicantes.
No hablo del sudor resbalando en el cuello,
ni del rasgo,
ni del monosílabo día.
Hablo del mismo que ve correr sus ojos
hacia el seno de las rameras;
hablo del codo opuesto
y de la claustrofóbica forma al contemplar.
Hablo de la ausencia,
del maldecir unánime y de las estatuas,
del territorio prohibido
y de los pies invasores.

Hablo de todo cuanto puedo:
del soslayado amor que pretenden las manos,
de la fría estrechez que soportan los dedos.

No hablo de honestidades
ni de amos
ni esclavos,
hablo tan sólo humano,
clínico,
tan vasto,
demencial entre dientes.

Casa de Rubén

Se pueden cerrar conclusiones,
amanecer estirado o encorvado,
una de dos.
Se pude intentar un monólogo
frente a los objetos mudos.
Creer en nada.
Se puede madurar un verso
en diferentes tristezas,
madurarlo,
verlo caer como las viejas teorías.
Andar despacio a través del silencio ajeno,
sentarse,
entablar un duelo con el librero.

Se puede llorar como en los primeros años,
cuando te dejaban solo,
cuando moldeaban tus nervios
para lo que venía.
Se puede incluso agitar,
armar una revolución de hastío,
tomar una cuchara y observarla
como el gran descubrimiento del siglo...
Sí, se puede hacer de todo:
servirle de modelo a un pintor invisible,
hacerle una declaración de amor a los muebles,
buscar el corazón de la guitarra
que se abandonó hace mucho tiempo,
buscarle sus pulmones,
lo que piensa.
Se puede incluso existir,
nunca haber existido,
nunca haber tomado el lápiz,
una cerveza entre viejos conocidos,
la vida en serio,
la muerte en serio.

Ocho A.M.

8:00 A.M.


Llego a la hora en punto.
De esta forma,
el tiempo adquiere matices históricos.
Marco tarjeta
y busco a tientas mi escritorio.
Ya no dirán nada,
he cumplido con llegar
y esto para ellos es suficiente.

Ahora me verán callar,
yendo del baño a la fuente de agua,
de la fuente de agua al baño
y no sabrán que transito siglos atrás,
por montañas del Ponto
y ríos de Mongolia,
acompañando a Julio César y exigiendo
un desfile con elefantes y timbales.
Luchas atrás,
con Gensis Khan
por una larga estepa y con un buen caballo;
con Ibn Batuta y Marco Polo,
junto a walkirias que me ungen
entre los muertos de Germania.

Y nadie sospechará,
me dejarán tranquilo
con mi rostro atento,
dirán que cumplo
y me pagarán por ello.