Etnairis Rivera

Poemas de Etnairis Rivera

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Etnairis Rivera:

Canto de la Pachamama (II)

Este niño no tiene padre reconocido
ni se parecerá a nadie en particular.
Excluiremos de su alimento al miedo.
Nacerá de la buena familia del solo vientre de su madre.
Ya le contará ella que la preñaron los Andes,
la olorosa esperma del río,
la noche vaga entre los montes, la limonada,
una cálida brisa que le llegó do Brasil.
Le contará que siempre amó perdidamente
hasta las piedras.
Este niño encarna, se va durmiendo en su planeta.
Viajará en la dimensión espacial en el cuerpo de su madre
a nacer en el presente.
Puerta del misterio la mujer, puerta entre los mundos,
infundida del rayo, casa de los espíritus que renacen.
Este niño encontrará a su padre en el corazón de su camino;
lo llevará a su frente, a su perfecto cielo,
a su padre vestido de luz.
Este niño de la nueva raza
se alimentará del alba transparente.
Habitará el arcoiris la mitad del año.
Será niño el sur de la montaña.
Habitará la mar la otra mitad del año.
Será niña el norte de las aguas.
Nacerá de la buena familia del solo vientre de su madre.

Rito de la vida

Besarle el gozo al olvido,
cómo le hago para besar un año entero de noches
que bebían el olvido.
Ahora cabalgo sobre un rey de corazones
como un río entre las piernas.
Ahora esas divinas cuerdas de guitarra
son mi más reciente alegría.
Quiero danzar, cada instante claro o de lluvia
este sagrado rito de vida
que me une a tu labio.
Pongo sobre mi frente un sombrero de plumas
para despedir la tristeza.
Pongo sobre mi boca el fuego
de los que leen las estrellas.

Canto de la Pachamama (I)

He querido escribir, más que nada vivir
intensamente,
estar en el aroma, en la médula de las cosas.
Tantos fantasmas dijeron amarme
y sobre ellos me derramé como la lluvia de anoche.
La que ame fantasmas se convertirá en lluvias,
largas lluvias en la aurora.
Irán enamorándose los árboles, la apasionada tierra de tu espacio
y te poseerán los duendes mensajeros de la celosa señora soledad
y será ella el sol que entra por tu mañana
y el agüita mansa que se filtra y ocupa tu casa vacía
y la fibra misma de tu pétalo y tu camino.
Hay una pena, es cierto, mas hay un gozo entrenado en el misterio,
en la lengua tibia de la poderosa señora soledad.
He querido romper el miedo y vivir
y estar siempre cerca de algún cuerpo caluroso,
mas ya no sólo se pierden trenes ni poemas
ni billetes del imperio
ni lentes para ver de lejos en la noche
cuando ya no te llevan de la mano.
Ahora se pierde el cansado nombre de sumisa.
Llámate flor, llámate fruta, hija de ti misma,
amor predilecto de la sabia señora soledad
y viste sus túnicas y collares de semillas y corales
y ciñe su cinta ancha a tu cabeza
y deja que tu pie camine familiar en su sandalia
y que tu soleado ojo conozca el desierto
intensamente, igual,
enteramente, como a las lluvias que amanecen.

Búsqueda



Ese oscuro pasaje en el que me busco
con obstinación, hasta el agotamiento,
me niega el espejo donde pueda descansar.
Pena de no ver qué me empuja,
qué hilos me atan con fervor a ese primer portal
donde el hombre y su esbelta forma apetecible,
como el aire,
arroja sus máscaras sobre mi deseo.
En ese obscuro pasaje me debato
en lucha con mi escudo solar,
pasaje concéntrico, vorágine que no explico,
que frente a mí gira desbocado
y me abandona , sola
guerrera sola, valerosa y triste,
sólo guerrera, contenta y valerosa.
A tientas extiendo mis brazos
como ramas crecidas,
como imán que guía la horas.
Extiendo un arco, una flecha de fuego
en este pasaje obscuro en el que me busco.

Cada cual de su galaxia

En este lugar, cada cual llega de su galaxia.
Baila, canta, mira profunda o levemente,
según pueda,
y luego saca su resumé de conquista y colonización.
En este lugar, que rescata de la abulia,
con sus traseúntes de la noche,
cada cual busca el amor o alguna sensación parecida,
según pueda.
Sacan su lazo de rodeo, sintonizan,
atrapan el mejor lomo y luego que lo montan
lo olvidan antes de que amanezca.
Regresan, como a un rito, a este lugar,
insaciables en su búsqueda.
Su auto europeo, su velero, sus tarjetas,
su mejor paso de salsa candente,
es cuento de las dos mil y una noches
Y su resumé de conquista y colonización.

Esa blanca flor

Esa blanca flor,
que en la mañana al abrirse,
hace de tu día una celebración,
trae el ilusorio encanto de una beldad enloquecida de deseo.
Ávida de la más desesperada estación de fuego,
esa blanca flor conoce todos los secretos del éxtasis
posibles de alcanzar en la tierra,
cuando se ha bebido de la ardiente copa
el espumante hechizo de los cuerpos.
Ah, pero sus pétalos, de cristalino azul,
de embriagente verde tornasolado,
de mar de paraíso,
colmarán la esperanza en el tiempo de vida de un beso.