Decí por qué no querés

Esteban Charpentier

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Y nuevamente la palabra te invita a morir,
y te preparás ceremonioso, vas a la cama,
te vestís de blanco mortaja,
te corregís el pelo,
te acostás sereno, desnudo de anillos y sin dientes,
estirás las piernas con sus últimos crujidos,
cruzás los brazos, pensás,
tal vez sea éste tu primer abrazo.

La palabra que te invita a morir,
la que escuchó tu padre,
la abuela francesa,
tu perro enfermo y el desaparecido,
anda de visita, de ronda.
Y cerrás los ojos de miradas,
te alistás a escuchar
primero el silencio,
luego unos pasos,
unos labios que se acercan a tu oreja,
un aire cálido con olor a ajo,
un susurro.

La palabra que te invita a morir,
te acomoda la infancia,
no se ríe de los sueños,
es una náufraga de la primer llovizna,
reverbera mientras muerde tus miedos,
baila con fulgor de cuervos
pero presume de paloma,
grita.

Nuevamente la palabra te invita a morir,
y esta vez, con una sonrisa descalza de tristezas,
aceptás.

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