Cecilia Bustamante

Cecilia Bustamante nació en Lima en 1932; fue una prestigiosa poetisa, periodista y editora de su país, proveniente de una familia política y culturalmente activa, de gran influencia para los círculos sociales de su época. Principalmente es recordada por haber sido la primera mujer galardonada con el Premio Nacional de Poesía de Perú, el cual recibió en el año 1965.
Escribió desde muy pequeña; sin embargo, hasta la creación de "El astronauta", uno de sus poemas más famosos, no tuvo el espacio que se merecía. Dicha poesía consiguió formar parte del Archivo de la Era Espacial del Smithsonian Institute, un prestigioso museo de Washington; este acontecimiento fue de gran relevancia para la poesía peruana en general y para la autora en particular. Cabe señalar que al volverse conocida, su obra fue traducida a diversos idiomas y recorrió muchos países.
Además, Cecilia ha realizado numerosos ensayos sobre política cultural, desarrollo sostenible, derechos humanos y sobre el lugar que la mujer ocupa en las sociedades y fue Miembro de Honor de la Sociedad Nacional Hispánica de Estados Unidos, donde vivió la segunda mitad de su vida.
En poesías como "Son en el aire", pueden encontrarse melodías a la tierra, mientras que en otros, tales como "Altas hojas VIII", una escritura absolutamente intimista y llena de ternura y pasión.

Poemas de Cecilia Bustamante

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Cecilia Bustamante:

Altas Hojas VIII


En el fondo de todas las cosas,
intermitente y sin descanso, está el corazón.
Aquí habitaron los hombres de todos los tiempos
Y su polvo ennnoblece los embriones de las plantas.
!Quién pudiera escuchar su palabra de fuego
en la noche oscura,
y cogerla ardiente y elevarla
sin que nos hiciera daño!

Ven, dame tu mano, el valor de tu mano
cuando mi ser agonice.
Retengámonos poderosamente,
como lo hacen los astros que coronan el espacio,
porque somos el oscuro equilibrio del tiempo,
la temible seguridad de los hemisferios de la tierra
y los seres que legarán nuestras entrañas.

Nuestras huellas gravitan en todos los misterios
y en nosotros todo se cumple,
Porque avecinamos estrellas y vientos
y nos abisma la magia de la Naturaleza.
Abandonados al silencio, habitamos antiguos huracanes
y los murmurantes secretos que rinden el corazón.

Retorno


Patria mía -
en tus muros
vive la sombra
de aluviones antiguos.
Morada
bajo el golpe discreto
de la brisa.

A orillas del Pacífico
las neblinas debilitan.
Mohos grises, el salitre
socavando tus ciudades
en la corriente
leve de la sangre.

Después -
sólo miedo y descontento
incurables.
Y en la piel del aire
viaja un frío
como los recuerdos.

II

Mi infancia se pierde
por las calles de Lima,
palabra
sobre paisajes virreinales
rematados por el hambre.
Idioma
rebotando, desangrándose
en el fértil dominio
del pasado.

III

Dura España
Madre
España.
En mis viejos cuadernos
reverbera
el veneno mayor.
Y en las montañas
los animales ciegos,
los metales
que te colmaron de esplendor.

Mi país
el de pulcros erales,
el de parcelas limpísimas
en sus flancos
sólo sangre
y en al aire
sólo una espada
una espada en el aire.

IV

Metal contra metal
vibran el poder y la muerte
y mi país
desenvaina
una espada en el aire.

En el aire
una espada.

Visperas de San Juan


La noche blanca
era el mundo un pozo de vidrio
en su luna
trepaba la tierra las ramas
la noche dura y blanca de San Juan.

Monedas amarillas
adivinación del alhelí
adormidera metal de buena ley
berilo amuleto piedra del verano
mundos ligeros y térreos
de nombre dulce y uniforme
en los jardines
como una sola aleta
en el lomo de la noche.

Noche
máquina en alta mar
noche antiguo movimiento
Tirana azul indiferente
pero frágil
emblema del consuelo
real-y-medio para el pobre
abre su fortuna
en el cascarón cerrado
de tus vísperas eternas
símbolos armados donde cuajan
en el aire
hirvientes estrellas
ciegas y sencillas razones
la constancia
la máquina de guerra su figura
cola de escorpión
sus grados exactos su amplitud
que el sol recorre cuando otoño media
hacia oriente gira sin soltar amarras
y es todo rojo y vive
en su nivel más bajo se resguarda
porque vela el sueño de las colegiales
sus tres deseos bajo las almohadas
los del año venidero
que nos quema cerrado entre las manos
Juego en el que se perderán todas las piezas
que sin embargo se ganan.

La voluntad la voluntad
de ser felices
la voluntad el deseo de algo
por sí mismo querido
y que es bueno saberlo en edad temprana
en la desazón que incita a la osadía
tras ese animal imaginario
que es desgracia
hasta la cruz
es desgracia
con su color pálido siempre desgracia.

Queremos semejantes privilegios
corteza del silencio
cuerda que nos derriba y ata
para que giremos juntos
en verdad o engaño
conformidad.

Pero en la transparencia de las noches de junio
San Juan cubre el sueño sobre la noche blanca
y en el pozo de vidrio parte en dos en destino
nos desnuda del plomo y aquilata
sereno bajo lluvia de fuego
sus letras pesadas nos hunde en la memoria.

Simbolos del Corazon


¡Ah, cómo declinan las mareas
igualando la arena
sobre las costas doradas!

Levanta su cuerpo el ave
entre dos espejos profundos
allí se encierran las edades
que nos hicieron jóvenes.

Lanza su recorrido el pez
y el mar permanece
rodeado del eco
de primitivas borrascas
en el mar sin fondo de su historia.

Tantean su camino las algas
y sobre las playas
el cielo vigila
a los caracoles muertos,
presos en su movimiento
Inextinguible.

Confidencia


Una carta en el mes de enero -
gritan desnudas sus letras
en contralto
frecuencia: el pasado.
Semilla lenta, aleteo mecánico
de la difícil sombra que cerceno.
¡Quién adivinara
sus ardientes augurios
al centro de su secrecía!
Encarcelada en sus líneas furtivas
la evasión en sello de lacre.

Son en el aire


En las alturas andinas
el aire es un cuchillo
que nos empezó a templar.
Altivamente
soy de la puna
como ese huayno que rueda
entre las cabuyas,
sobre los cactus florecientes,
sobre la laguna deslumbrante
y llega donde nace el río
en un momento de amor.
Por las quebradas
con cariño y voluntad,
como dicen los quechuas,
la temida danza empieza.
Por el Quispicanchis
en la última isla
que pisó el Wiracocha.