Bosque adentro: Despistes del alma: Venados(cuento)

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Bosque adentro:

 

Despistes del alma: Venados

 

 Disparos y disparos, se escuchaban a la cercanía.El bosque oscuro como era le hacia a mis perseguidores la tarea mas difícil, aunque el terreno lo conocían.Los ruidos de sus pezuñas contra la seca tierra penetraba en mis oídos, sus fuertes y encolerizados respiros legaban hasta mis mejillas; estaba empezando a fatigarme.

 Cuanto mas corría perdiéndome entre las oscuras sombras del bosque mas balas salían de los tubos de antaño; cuanto más los evadía dando vueltas a través de los árboles, mas balas se incrustaban en la seca piel de los troncos, generando un molesto ruido y desangrándolos, uno a uno, iban cayendo detrás de mí.

 Cada vez más perseguidores, más sombras, más fantasmas y miradas del bosque, y más ruidos, ruidos que despistaban mi alma y desconcentraban a mí huída .La huída ya había huido; yo, no.

 Caí,  tropezándome con una raíz que sobresalía del seco suelo, en ese momento me acordé de la primera vez que había caído de la bicicleta y como la espuma de la sangre me rodaba por la rodilla, lo frágil que es la vida.

 Seguí con mi andar, después de levantarme, aunque mi esperanza de escapar había quedado junto con aquella raíz. Aún así seguí corriendo. En un momento sentí que la contextura del suelo había cambiado; de hecho así era: el pasto seco y tierra se habían convertido en pasto blanco en esa parte del bosque. Sentí  una buena sensación al pasar por ahí. Era todo tan blanco, tan puro, que me sentía tranquilo, sin preocupaciones.

Y dejé así de correr para observar  el blanco paisaje y a unas pequeñas mariposas que volaban a mi alrededor. De repente, todo eso terminó.

El pasto blanco se había manchado de la sangre de mi brazo izquierdo, como las estrellas al cielo, las mariposas cayeron muertas todas juntas y se convirtieron en cenizas, evaporándose en el aire y trasformando ese lugar tan apacible, en un espacio completamente rojo.

 Pude ver una de sus coronas a lo lejos. La desesperación y la locura se habían apoderado de mí, haciendo que me quitara toda la ropa.

 Eché a correr de nuevo. Surcaban por mi cara, lágrimas saladas refrescantes y tristonas acariciando por última vez mi cuerpo.

 Mi velocidad había disminuido al punto de no poder seguir corriendo, mi respiración era rápida y sentía cómo los latidos de mi corazón hacían eco en el vació de mi cuerpo. Paré de andar y cerré los ojos, aun así pude ver que me habían rodeado, todos ellos, asesinados por mi en algún pasado, pero no eran los mismos.

Al escuchar el sonido de la bala deslizándose por el tubo de la pistola recordé todas las promesas y recuerdos rotos que nunca cumplí, perdiéndome a mi mismo, sin embargo cuando la bala me atravesó el cráneo sentí una felicidad plena que nunca tuve, los venados me habían liberado, y por eso se los agradezco.

 

Dalmiro

 

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