ARREPENTIDO...

No sé cómo, aquel día pasó por mi mente una de las más grandes estupideces que se me hayan ocurrido; esa tarde hubiese preferido quedarme dormido y no despertar nunca más, porque después el atardecer y posteriormente el negro intenso de la noche me regalaron un sentimiento de culpa, de cobardía, de arrepentimiento, me sentí el peor de las criaturas; quise llorar, pero… no me fue posible, pretendí olvidar pero no debía hacerlo. Si claro, ¿y qué hice?, caminé por las calles, deambulaba como un tonto enamorado de su absurdo deseo, era mi cuerpo el que iba de un lugar a otro porque mi mente estaba justificando aquella horrible y mediocre intención; nunca en mi vida había sentido tanta angustia, jamás mi conciencia había estado envuelta en semejante culpa. Pero de que me servía tanto razonar, me consolaba solo una cosa: aquello quedó pasado en un simple intento inútil por demostrar mi valentía, en el cual estaba arriesgando lo mejor de mi vida, la mujer a la que amaba, la nena a la cual adoro y amo con todo mi corazón, fui el peor imbécil, un cobarde entero, y todavía con mi cruel cinismo recuerdo que puse mis sienes en la almohada y dormí quizá dos o tres horas tratando de no pensar en mi papel de actor descompuesto, cuando desperté hubiese querido no recordar aquello pero me fue imposible, la culpabilidad invadía mi mente, entonces busque a ella, si, exacto, a ella que siempre ha estado conmigo, que me entrega su amor sin condiciones, a quien yo amo más que a todo, a quien ocupa todo mi mundo, y ha hecho de mí la persona más enamorada de siempre.