A la mesa las hormigas
 y en la esquina las arañas
 son pequeñas indecibles
 que amenazan, como tú, la respiración de noche.
 
 Un dolor de sistema
 cuando un líquido esparce muerte
 hay un silencio espeso
 pero los nidos de blancura recién emboscados lazan su nuevo pulso.
 
 Media fruta carga un rebaño de moscas
 mientras de moscos se llena la piel y el ropero
 un ciempiés miope extravia en el jardín su sueño de imperio.
 
 El bosque del jardín
 el desierto del mosaico
 el huracán de la regadera
 el paraiso del frutero y la panadera.
 
 Las tortugas en un castillo de cristal: mi ornato
 El gato de balcón: mi austeridad
 Mi pez come artemias
 mientras un nido en la linterna está a punto de reventar.
 Tengo encarcelado a un perico por parodiar mi voz.
 
 No hay ciudad ni número estéril
 y más que hotel
 y más que campo
 aquí duermen, se alimentan
 en la almohada, del pañuelo.
 Los prisioneros rurales
 con su día y su noche artificial
 de néctares conserjes y ciclos de clóset.
 
 La hendiura del concreto y los libros viejos
 son el hostal de las lepismas.
 
 El cojín es una ciudad de ácaros
 la coladera alberga cochinillas y pinacates
 despiertos y verdes
 y más que tubo una vena de la casa
 y más que cocina cuna de cucarachas.
 
 Jabón es el veneno y el cloro es un martillo
 empero la inmundicia me conmueve cuando en boca de mis hermanos y mis padres está el perdón de mis asesinatos continuos y egoístas.
 
 La lluvia es un milagro y el caño una masacre.
 
 Estas heridas de tóxicos enemigos
 son las heridas que más duelen en mi conciencia
 Yo soy el carpintero que parte en dos el cuerpo de las termitas
 y soy el devoto que alimenta al perro
 Soy quien oxigena la tierra para despertar y ver enterrarse a la lombriz
 que vive en la maceta
 por la lengua que lleva el agua.
 
 El fermento de los bulgaros es la aurora de mi cabeza.
 
 No cabe duda que la casa
 es una corona altiva para el desierto
 es un simil de desembocaduras e inyecciones
 Esta casa de cuerpos degollados
 de cádaveres sin sepultura
 -es un cementerio-
 de nacimientos perennes,
 la casa
 para la lupa
 es una fauna.
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                        Autor:    
     
	Eduardo Urueta (Seudónimo) ( Offline) Offline)
- Publicado: 25 de enero de 2011 a las 20:34
- Comentario del autor sobre el poema: Siempre observo que vivimos entre animalillos.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 120

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