Psicósis…

Rosa del Desierto

Una  vez  más  los  incesantes  gritos  retumban  en  las  paredes  de  su  funesto  hogar.

 

Ya  todos  presienten  su  muerte,  unos  la  sienten  más  cerca  que  otros.

Él,  por  su  parte  la  percibe  en  cada  paso  que  da,  siente  que  cualquiera  puede  ser  su  homicida;  desde  el  libro  que  un  día  decidió  que  no  leería  más, aquellas vitaminas que quedaron olvidadas en aquel cajón, aquel  dibujo  que  nunca  terminó  y  que  hubiera  sido  una  gran  obra  de  arte,  sus  lentes  con  los  que  ya  no  puede  ver,  las  pinturas  que  nunca  más  utilizó. Los  espíritus  de  melancolía, de  ira y de excitación  que  deambulan  a  su  lado,  las  perniciosas   palabras  de  desprecio  que  se abatían  en  su  mente  e  incluso  su  esposa  y  su  hija, quienes  eran  sus  únicas  compañeras  en  el  lúgubre  martirio  en  el  que  se  había  convertido  su  vida.  Su  demencia  llegaba  a  los  extremos:  flagelarse  a  sí  mismo  y  luego  desconocerse  totalmente  de  su  acción  para  hallar  culpables  entre  mitos  y  alucinaciones  voluntarias.

Habían  pasado  ya  algunos  días  de  martirio  en  los  que  su  desconsuelo  no  daba  más  y  sus  desvaríos,  productos de su alienación,  habían  estado  cesando  por causa  del  desgaste  de  su  cuerpo,  aunque  su  enfermedad  se  centraba  mucho  más  en  su  mente.

Sus  compañeras  debían  soportar  y  oprimir  aquel  martirio  en  que  se  había  convertido  su  vida,  pero  eso  parecía  una  labor  imposible,  su  desdén  hacia  la  vida  y   sus  frases  manipuladoras  solo  incrementaban  la  fatiga  y  la  furia  de  las  dos  mujeres,  ellas  nunca  hallaron  la  felicidad  a  su  lado.

Los  gritos  y  las  discusiones  aumentan  con  cada  día,  así  como  el  sentimiento  de  impotencia  de  cada  uno,  las  paredes  ahora  se  han  vuelto  murallas,  inmensas  y  oscuras  murallas  que  aseveran  su  mendiga  permanencia  en  esa  despreciable  escena.

Tras  el  descenso  del  crepúsculo  cae  por  fin   la  noche,  hacen  falta  las  estrellas  en  el  cielo y  la  luna  está  cubierta  por  densas  nubes  que  no  rebelan  ni  un  rayo  de  luz.

Llevaba  varios  días  sin  poder  dormir,  era  su  paranoia  más  fuerte  que  su  propio  cuerpo, pero  esta  noche  no  será  así,  esta  noche  dormirá  como  si  fuese  la  última,  como  si  nunca  más  fuese  a  despertar.

Había  pasado  casi  una  hora  desde  que  había  cerrado  sus  ojos  cuando,  en medio de su ensueño,  los abrió  de  la  misma  forma  que  lo  haces  cuando  tienes  una  pesadilla,  pero  él  no  recordaba  nada. Se  levantó  y  se  dirigió  a  la  cocina  a  beber  un  poco  de  agua,  entonó  su  voz  como  un  lamento  de  alma  en  pena  llamando  a  su  hija,  pero  nadie  contestaba,  solo  el  silencio  acompañaba  a  sus  quejidos,  esta  vez  no  habían  gritos,  solo  había  silencio.  El  temor  comenzó  a  surgir  y  en  medio  de  su  desesperación  llamó  a  su  esposa  quien  tampoco  respondió.

Con  la  oscuridad  asediando  su  ser  y  la  soledad  que  le  atribuía  la  falta  de  gritos  a  su  alrededor,  el  pánico  fue  creciendo  al punto  que  nunca  lo  había  hecho,  aquel  hombre  imponente  y  desgraciado  que  había  sido  alguna  vez,  había  quedado  reducido  al  más  cobarde  y  asustado  ser  humano  que  él  mismo  había  llegado  a  conocer.

La  esquizofrenia  emergió  en  poco  tiempo,  una  sombra  pasó  por  su  lado, se  detuvo  en  frente  suyo  y  atravesó  su  cuerpo  como  si  quiera  robarle  su  alma,  en  ese  mismo  instante  un  fuerte   dolor  oprimió  su  pecho  y  lo  mantuvo  en el  suelo  por  un  momento. El  terror  lo  impulsó a  buscar  a  su  familia.

En  el  cuarto  de  su  esposa  no  había  nadie,  incluso  la  cama  estaba  intacta. Entre  tanto  el  ruido  que  hacían  unas  gotas  de  lluvia  sobre  el  techo  comenzó  a  aumentar. En  la  habitación de  su  hija  tampoco  había  nadie, pero  la puerta  aparentaba  un  forcejeo. Al  introducirse  allí  se  encontró  con  la  almohada  humedecida  y  rasgada,  las  patas  de  la  cama  se  habían  aflojado, la  cobija  estaba  en  el  suelo,  el  colchón  estaba  corrido, incluso  habían  unas  pequeñas  gotas  de  sangre  regadas  por  la  cama.

El  pánico  era  inminente, cómo  no  sentirlo  en  esta  situación si  sus  compañeras  no  estaban  en  ninguna  parte.

De  nuevo  aquella  sombra  aparecía  para  atormentarlo, pero  esta  vez  corrió  por  su  vida; se  escondió  en  el  estudio  de  su  hija,  pensando  que  no  lo  encontraría  porque  él  nunca  entraba  allí,  como  si  una  sombra  no  pudiese  entrar.

Estando  allí  se  encontró  con  que  la  puerta  había  sido  golpeada  con  una  silla. Adentro  habían  muchas  cosas  en  el  suelo  como  si  hubiesen  sido  tiradas  con  desesperación; dos  huellas  de  sangre  atrajeron  su  atención  hacia  el  escritorio,  en  el  que  se  encontró  un  esfero  igualmente  cubierto  de  sangre. Cerca  al  escritorio  se  percibía  un  gélido ambiente  acompañado  de  un  fétido  hedor. Rodeó  el  escritorio  para  buscar  la  causa  del  hedor y  justo  cuando  estaba  frente  ella, la  sombra que  lo  seguía  lo  encontró y esta  vez  se  lanzó  hacia  él como  si  lo  fuese  a golpear. Su  corazón  estaba pasando  los  límites  que  su  estado  físico  soportaba, sumado  a que  tras  el  escritorio  encontró  el  cadáver  de  su  hija  cubierto de  sangre  y  lleno  de  punzones. Provocaron   en  él  un  desmayo  bastante  prolongado  y  una  alteración  corporal  involuntaria.

Luego  de  reaccionar se  levantó  y  fue  a  buscar  a  su  mujer  en medio de su angustia por saber si  ella  también  le  habían  privado  la  vida.

La  lluvia  de  hace  media  hora, ya  era  una  tormenta  y  su  perturbación  se  debatía  entre  quedarse  estático  y  esconderse  en  algún  lugar  o  ir  a  buscar  a  su  mujer  y  protegerla  de  tal  peligro, aunque  él  sospechaba  que  ella  podía  ser  la  culpable.

Finalmente  decidió  buscarla,  dando  varias  vueltas  por  toda  la  casa  con  un  cuchillo  en  sus  manos  por  si  fuera  necesario. Pasó  el  tiempo  y  la  lluvia  estaba  cesando;  aún  no  hallaba  a  su  esposa  y  decidió  sentarse  un  momento  en  una  esquina  oscura  de  la  sala. De  repente  siente  que  alguien  viene  acercándose  y  ve  justo  a  su  lado  a  aquella  sombra  que  atormenta  su  alma y  rápidamente  se  levanta  dispuesto  a  huir, olvidando  su  cuchillo. En  el  tramo  se  encuentra  a  su  esposa, pálida,  fría, como  si  no  tuviese conocimiento  alguno  de  lo  que  ocurría; él  trataba  de  advertirle  del  peligro  mientras  ella,  con  la  tranquilidad  de  un  ermitaño,  lo  golpea  con  un  objeto  que  encontró  a  su  lado y  después  de  algunos  golpes  con todo  lo que  encontraba  a  su  paso,  la  mujer  vio  el  cuchillo. El  estaba  demasiado  agotado  para  luchar  por  su  vida  y  en  lo  único  que  pensaba  era  que  toda  la  vida  había  tenido  razón: “sería  su  mujer  quien  acabase  con  su  vida”. Una  ráfaga  fue  lo  único  que  percibió  mientras  el  cuchillo  se  acercaba  a  su  corazón.

Sus ojos entreabiertos solo podían divisar la silueta de su esposa, la adrenalina aumentaba incesantemente y su pulso  se aceleraba,  produciendo un gran dolor en su pecho, casi comparable con la presión de una gran roca encima. Totalmente mareado empezaba a decaer lentamente y su cuerpo, empapado en sudor, se hacía cada vez más pesado. Su respiración se cortaba y la presión en el pecho se sentía cada vez más aguda y punzante, hasta que ya no sintió.

Al  día  siguiente  la  velación  se  hizo  en  su  casa, esta  vez  no  había  gritos,  había  poca  gente, todos  vestidos  de  negro, aunque  la  casa  no  se  veía  más  fúnebre  de  lo  que  siempre  había  sido. La  mujer  que  había pasado la noche en vigilia,  se  hallaba  llorando  junto  al  cadáver  cuando  se  acercó  su  hija  a  consolarla, ella  sentía  todo  el  peso  de  la  culpa  por  no  haber  podido  despertarlo  cuando  él  se  retorcía  de  dolor  mientras  profundamente  dormido un infarto atacaba su corazón.



  • Autor: Rosa del Desierto (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 14 de enero de 2011 a las 01:28
  • Comentario del autor sobre el poema: ¿Cuál es la mejor forma para morir? He escuchado a muchos que dicen que prefieren morir dormidos... Seguirían pensando eso si supieran que pueden morir de esta manera... soñar que mueres cuando realmente mueres. Espero que les guste este relato.
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 111
  • Usuarios favoritos de este poema: Jesimor, Ragon.
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Comentarios3

  • FLORENTINO II.-

    BELLISIMO CUENTO QUERIDA Y HERMOSA AMIGA.... ME LLEGO A DAR ESCALOFRÍOS SEGUIR HASTA EL FINAL LA NARRATIVA.

    PSICOSIS ESQUIZOFRENIA QUE TERRIBLES AFECTACIÓN AL SER.

    BESOS.,

    • Rosa del Desierto

      Sin duda... muchos vivimos nuestra vida común y corriente, siempre ocupados de nuestros asuntos, abosortos en el trabajo o en el estudio...
      Pocas veces nos detenemos a pensar hasta donde llega la realidad...
      Las personas que padecen de psicósis como la esquizofrenia u otras patologías similares no alcanzan a reconocer hasta que punto la vida es real y en que momento su propia mente juega con ellos.
      Me parece muy triste pensar en ello... y he allí que pensando en eso me surgió este relato.
      Muchas gracias por tomarte el tiempo de leerme.
      Un abrazo

      • FLORENTINO II.-

        ENTONCES ESTE TRABAJO TIENE MUCHO MAYOR VALOR YA QUE ES DE TU CREATIVIDAD.. PENSÉ QUE SE TRATABA DE UNA NARRATIVA QUE HABÍAS.

        ENCONTRADO.

        TE FELICITO EFUSIVA MENTE POR TRABAJO TAN BIEN EJECUTADO

        BESOS.

      • Hay 1 comentario más

      • GITANA DULCE

        ME IMPRESIONO, TU CUENTO AMIGA MIA, PSICOSIS, ES MUY GRAVE, POBRE DEL QUE TIENE ESA CRUZ PARA TODA SU VIDA, MI SOL
        ABRAZOS DE GITANA.

        • Rosa del Desierto

          Si, realmente es terrible observar desde afuera el padecimiento de personas que sufren este tipo de patologias...
          Da tristeza notar el desconocimiento de los límites de la realidad...
          Ver ese tipo de cosas incluso puede hacerte dudar sobre la realidad de tu propia vida.
          De verdad te agradezco por leerme, a veces pienso que algunos de mis escritos son algo largos u.u y pues no todos estan dispuestos a leer demaciado, realmente lo aprecio.
          Un abrazo =)

          • GITANA DULCE

            un gran placer ser tu amiga, rosa del desierto
            abrazos de gitana-

          • L' Sefer

            muy buen fin... esta es una historia que quieras vivir..

            • Rosa del Desierto

              Que quiero vivir?, no, solo fue algo que llegó a mi mente... una imagen mental como tantas otras; que se forman de la modificación de la realidad con la que mis pensamientos juegan, alimentada de mis conocimientos muy escasos sobre determinados temas.
              Y el final también fue mi parte favorita... Luego del extasis, la angustiosa calma...



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