Para quien sigue, aunque esté cansado

A ti,
que no tuviste un buen día
ni una buena noche.
A ti, que cerraste los ojos
esperando descanso
y el cansancio se quedó despierto contigo.

Sé que hubo días pesados,
semanas que dolieron más de lo normal,
momentos en los que levantarte
ya era una batalla silenciosa.
Y aun así lo hiciste,
aunque nadie lo aplaudiera,
aunque nadie lo notara.

Hay cansancios que no se curan durmiendo.
Cansancios del alma.
De cargar con lo que no dijiste,
con lo que esperaban de vos,
con heridas que aprendiste a tapar
para poder seguir.

Tal vez sentiste que todo te superó,
que tus propios límites ya no alcanzaban,
que la vida apretó justo
cuando menos fuerzas te quedaban.
Y no fue debilidad.
Fue exceso de resistencia.

No estás roto.
Estás cansado.
Y estar cansado significa
que diste más de lo que tenías.

La vida no es suave.
Tiene piedras en el camino,
pruebas que no avisan,
y tramos oscuros
donde solo se camina a ciegas.
Pero esos tramos
no son el final,
son el cruce.

Respirá.
No tenés que resolver todo hoy.
No tenés que ser fuerte todo el tiempo.
A veces, seguir
ya es suficiente.

Después de esta racha
vendrán días más livianos.
No perfectos,
pero reales.
Vendrán noches
donde el sueño abrace
y el pecho afloje un poco.

Y cuando mires atrás,
vas a entender
que este cansancio
no te detuvo:
te formó.

Así que seguí.
Con lo que te queda.
Con lo que sos.

Y que cuando alguien hable de vos,
diga en voz baja,
con respeto:

“No fue fácil…
pero eligió no rendirse.”