Bandida

Alberto Escobar

 

 

 

Volcar el aceite sobre tu espa
lda, extender que no quede u
na sola célula sin su untuosid
ad, oír como a lo lejos el ronro
neo de tu placer, como un salm
o que una cohorte de monjas, t
emprano, el sol durmiente, sac
an de entre sus cuerdas vocales
al aire agradeciendo que están v
ivas todavía, sine die. 
Evolucionar las palmas de mis t
odavía dos manos hacia el sur de
tu cuerpo, de tu precioso cuerpo, y
subir con escaso resuello la mont
aña que me sale al encuentro, de 
improviso, y bajar después por tus
prietos muslos en dirección a tus p
ies, y besarlos ferviente, como crist
o se dignaba hacer a sus fieles, hum
illando su grandeza —porque solo es
humillable lo que es verdaderament
e grande—, y reandar lo andado, ge
melos, corvas, muslos (todo delicios
o), y detenerme a abrevar antes de re
subir las montañas en dirección contr
aria, con los labios, con la lengua, pal
pando si el aceite está en su justo punt
o.
Tu espalda de nuevo, la repaso, la sali
va emulsiona el aceite y le concede un
aspecto lechoso que me evoca mi savia,
me enciendo como una caldera de bar
co y, aprovechando tu indefensión, int
roduzco mi daga hasta sus últimas con
secuencias; te dejas hacer, bandida, son
ríes triunfante, como si hubieses, en ese
preciso instante, sido agraciada con el g
ordo de navidad —tú sí que sabes jaja—.
No me tocaba escribir hoy, ni nunca.

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  • Autor: Albertín (Seudónimo) (Online Online)
  • Publicado: 29 de diciembre de 2025 a las 08:17
  • Comentario del autor sobre el poema: Cuando el contrincante ofrece un resquicio hay que precipitarse sobre él cual tobogán de acuapark.
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 2
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