Te nombro sin convocarte,
como quien deja una puerta entreabierta
para que el aire decida si entra.
No es nostalgia,
es ese pulso obstinado que insiste
cuando la razón ya cerró inventarios.
Hay algo en mí que todavía pronuncia tu forma de estar,
con cuidado,
como si el lenguaje pudiera quebrarse
si lo dice mal.
He aprendido que el tiempo no pasa:
se deposita.
Se queda en los gestos mínimos,
en la manera en que miro una taza vacía
o escucho pasos que no llegan.
No te busco en el recuerdo,
apareces sola,
con esa naturalidad cruel de lo verdadero
que no pide permiso para quedarse.
Lo nuestro fue promesa,
y forma de atención.
Una manera particular de estar despierto,
de no huir cuando el mundo pedía distracción.
Yo estaba ahí, torpe pero entero,
sin saber que amar también es
administrar el silencio
y no gastar el nombre del otro
hasta dejarlo sin sentido.
A veces pienso que el amor
no quiere futuro,
solo permanencia.
No planes,
no certezas,
solo esa fidelidad íntima
de seguir sintiendo incluso cuando ya no conviene.
Por eso lo digo ahora,
sin testigos y sin esperanza de retorno:
-Mi corazón y yo te amamos eternamente-,
no como juramento,
sino como hecho.
El mundo siguió, claro.
Siempre sigue.
Yo también.
Pero hay una región quieta en mí
que no negocia,
que no aprende a olvidar,
que no se adapta.
Ahí estás,
no como herida
sino como forma:
una manera precisa de haber sido verdadero.
Si algún día esta voz se apaga,
mi corazón deja de latir,
los gusanos comen de mi cuerpo inerte,
si el lenguaje me abandona
o se vuelve inútil,
quiero que quede;
no el dolor,
no la pérdida,
sino la evidencia
de que algo fue amado sin cálculo,
sin defensa,
sin medida.
Eso basta,
eso soy.
Amor.
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Autor:
Racoon (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 29 de diciembre de 2025 a las 08:16
- Categoría: Amor
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: Hernán J. Moreyra

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