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Nombre que guarda el eco de “la que trae felicidad y alegría”,
Llego a mí como una estrella fugaz dibujada en la noche: Silenciosa e inesperada.
Envuelta en una aureola radiante imposible de ignorar,
Iluminando mi sombra, mi vida
y el sentido mismo de mi existencia.
Su presencia fue un deseo ardiente dibujado en el cielo,
Un amor tan intenso como prohibido,
Que se sabe condenado desde el primer destello.
Y, aun así, imposible no seguirlo.
Nos encontramos en ese breve tramo donde la vida se confunde con el anhelo;
En ese instante donde lo eterno cabe dentro de un segundo luminoso.
Caminé con ella la trayectoria de esa estrella;
Corta, sí, pero tan profunda que dejó fuego en mi memoria.
Fue un amor nacido en la noche, breve como un destello errante
Y mientras se asomaba la luz del día, presentí que el amanecer vendría a separarnos
Por eso guardé en secreto lo que el destino nos tejía.
Cada palabra suya era una chispa;
Cada gesto, una constelación que parecía prometer un universo posible.
Sin embargo, toda estrella tiene un destino trazado antes de nacer:
“Desvanecerse para regresar a su cielo verdadero”.
Así también fue con ella. Nuestra historia se consumió en la intensidad del momento,
consciente de que ese fulgor no podía pertenecerme para siempre.
Avanza con una presencia veloz, luminosa y distante,
como si el tiempo no pudiera detenerla.
Deja en el aire la huella del misterio,
una señal que invita a seguirla sin certezas, solo con el deseo.
Bienaventurados los besos que brotan de sus labios,
portadores de una bendición secreta,
capaces de sellar con ternura el corazón que aún late inquieto,
buscando en cada latido la calma que ella promete.
Su luz rasga la oscuridad,
dejando tras de sí un rastro de promesas incumplidas,
destellos que se desvanecen antes de poder ser atrapada.
Quien la contempla guarda el deseo de retenerla,
pero ella sigue su curso,
obediente al destino que la llama desde otros horizontes.
Y así, mientras se extingue en la distancia
Observo que no se detendrá en estos brazos, ni en estos besos;
su viaje apunta otros cielos,
hacia un amor que no conoce fronteras,
donde la eternidad la espera en silencio.
Y cuando la luz finalmente se extinguió en mis brazos,
no fue muerte, sino retorno.
Ella siguió su camino hacia lo que siempre fue suyo: el abrazo de un amor eterno,
aquel otro que la esperaba como el firmamento espera a su estrella más brillante.
Así pues, bajo el manto de la noche,
Cuando el silencio se hace cómplice de mi memoria,
Descubro que no hay pérdida en el amor que se entrega sin poseer.
Porque su luz, aunque breve,
Ha sembrado constelaciones en mi alma,
Y cada vez que alzo la mirada al cielo oscuro,
Sé que fui parte de su viaje, un testigo y guardián de su resplandor.
No lamento su partida,
Ni la distancia que ahora nos separa;
Agradezco el milagro de haber coincidido,
De haber sido tierra fértil para su esplendor.
Y mientras el universo sigue su danza infinita,
Guardo en mi pecho la evidencia:
Pruebas que fui tocado por una ella y agradezco haber sido,
aunque sea por un instante,
“El camino de tu luz”.
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Autor:
ΔLCIDΞϟ ♡⚔︎ (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 28 de diciembre de 2025 a las 19:24
- Categoría: Carta
- Lecturas: 6

Offline)
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