El suceso
- Hay un momento en la vida en que la naturaleza te muestra su esencia.
Si existe un destino previsto, éste debe ser móvil, no puede ser fijo, ya que todo lo que está quieto se pudre. Nadie sabe si existe ni cómo es ni qué es el destino en vida, pero seguramente que no es algo podrido o que pueda pudrirse al alcanzarse ¿Qué sentido tendría un destino así?. De ese destino, el de pudrirse sin remedio, todos saben que es la muerte del cuerpo, y, una vez muerto el cuerpo, ya no habrá más destinos para el cuerpo. En cambio, el destino en vida ha de tratar de algo que se da viviendo, por tanto, se da en devenir; es decir, dicho destino se manifiesta en ciclo.
Y si como dicen el destino está prefijado, después de alcanzarse no hay otro destino, pues el destino en vida es la meta en vida y de alcanzarse ya no existe otra meta prefijada, pues lo prefijado ya se ha cumplido, a no ser que el destino no sea uno sino muchos; entonces ya no sería el destino, sino los destinos. Entonces, sin duda, el destino es uno.
Y dado que el destino se da en vida, es decir, sin haber muerto cuando se alcanza, entonces el destino es algo en movimiento, tanto como lo es la vida; por tanto, es algo que se hace, y, al mismo tiempo, es algo que se hace y a la vez te hace.
Entonces no es algo o alguien a lo que se llega, sino algo que se descubre y que siempre estuvo. Por tanto el destino es la esencia de aquello que hace y a su vez aquello que la esencia espera del que le hace, todo ello en devenir.
Entonces el destino en cada uno es el reencuentro con la esencia de cada uno, en todo momento o en momento preciso, indiferentemente de que se disponga conciencia de ser destino.
Y sólo se alcanza cuando se es consciente. Por tanto, el destino no puede ser otra cosa que el despertar de la conciencia, ya que sólo entonces se da en la consciencia el hecho de que se es en el destino.
- Es un momento crítico, parecido al vértigo, ya que no es voluntario ni obedece al deseo.
El instante en que la persona despierta de sí mismo es el mismo en qué se libera de sí mismo; por tanto, libre de su límite, por tanto, después de ese instante nunca más se verá ensimismado. Si en ocasiones al despertar rutinario del sueño nocturno le sigue un pequeño mareo, no cabe esperar menos del despertar de una vida. No es posible tal despertar en la conciencia sin que se dé una situación crítica que propicie un desgarro entre alma (conciencia) y cuerpo (habitáculo perceptor de la conciencia).
En ese instante, que puede ser un accidente, un monumental extravío (sentirse perdido) o un milagro (experiencia por la que se sublima), la mente (herramienta corpórea decodificador de realidad) deja de reproducir los símbolos en los que asienta el fundamento de la vida y el sentido de ser en la misma. La sensación de vértigo es producto de la desviación de todos los órganos perceptivos por no tratarse de un acto volitivo (voluntad propia). Por tanto, es lo mismo que caerse, ya que nadie se cae queriendo caerse.
- Ocurre porque debe ocurrir; porque se merece; porque se ha llegado hasta ahí -sin pretensiones-.
Y ya que nadie se accidenta a voluntad, nadie se pierde a voluntad y nadie (salvo Dios) es creador de milagros, todo sentido de vida se enfoca en el caos, y, de forma simultánea tanto el subconsciente como la consciencia pasan de estar en sentido pragmático (desarrollándose en el hábito y la costumbre [pulsión de supervivencia y sentido de intencionalidad]) a estar en posición de espera, en el caso del automatismo subconsciente, ya que la necesidad básica cambia; y a un estado de imprevisión, en el caso de la intencionalidad (propósito, deseo, expectativa) quedando la intencionalidad del sujeto intacta, blanca y pura para ser impresa de nuevo.
- Desde entonces ya no te preocupas por nada, todo resulta sencillo, la paz es simultánea al conflicto -eso es equilibrio-.
La única diferencia que hay entre este acontecimiento y una evolución natural del sujeto en todo su mundo a lo largo del tiempo (madurez) es que, en el proceso que nos ocupa, dicha evolución se da de forma instantánea. Por tanto, el sujeto es completamente nuevo en cuestión de segundos, también en su pensamiento. Por tanto, el sujeto renace (en vida).
Y todo aquel que nace de nuevo, su otra vida expía; y le sigue el llanto; y le sigue la calma; y producto de de la escisión de la conciencia respecto del cuerpo, el sujeto se encuentra en consonancia con la vida misma sin precisar de la propia (que acaba de expirar), comunicándose con la vida de forma simple, sin la complejidad del lenguaje, sin precisar de moral, sin cuestionarse justicia, y aún más relevante: sin precisar de los sentidos.
El sujeto dispone ahora de una absoluta sensación de armonía, ya que no es producto de intencionalidad alguna, y, como ocurre a los bebés entre necesidades, su coherencia con el entorno es simple, por tanto absoluta, por tanto absuelta (de sí: de su pensamiento, de su creencia, de su prejuicio, de su expectativa), pero en este caso con cuarenta años o con treinta y tres o con sesenta.
En este desprendimiento de sí mismo experimenta la ingravidez sensorial ya que toda su emoción es igualmente libre de sí, está des-contenida; digamos que la emoción del sujeto, posteriormente al suceso, es neutra a la vez que expandida, y, por ser neutra es también completa, lista para ser dispuesta en el primer sentido en que se requiera.
Esto equivale al estado REM del sueño, pero esta vez disponiendo plenamente de la consciencia, la cual, tal y como ocurre en los sueños, ante todo es una espectadora de lo que ocurre.
- Vives como vive una flor, mueres y naces constantemente sin cuestionarte injusticia al respecto;
En esta especie de estado de Shock es cuando el sujeto experimenta la derrama de su vida, de ahí el llanto y la expiación de la culpa que en toda conciencia vital se acumula. También la frustración en relación con la cultura (Freud) desaparece de forma plena. El sujeto está limpio de toda secuela en la conciencia y carece de intencionalidad alguna. Es decir, su deseo y expectativa carece de sentido.
En adelante, su cuerpo (mente) sólo admitirá conocimiento en coherencia (el bien), de la misma forma que intuirá la contradicción (ignorancia [mal dicho: el mal]), ya que, dado que ha experimentado lo simple de sí mismo (su ser en cuanto a ser) su visión de la vida es inmaculada; es decir, dispone de la representación de lo puro en consciencia, por haberse experimentado en la pureza “de Dios”, y, por ello, dispone de la capacidad de reconocerlo (la sensación) en su entorno, tanto en objetos inmóviles como en acto. Su vida pasa a ser completamente contemplativa. Y sin la necesidad de disponerse a ello por voluntad propia el sujeto pasa a contemplar de forma automática.
Al igual que la evolución de un avión de combate de los de hoy respecto de uno de la Primera Guerra Mundial que le permite al piloto del caza disponer de sentidos más sensibles y capaces, el sujeto, tras el suceso, experimenta una evolución cognitiva fundamental; y ya no recupera su vieja forma de practicar la vida.
Su nueva forma de representación de la vida es la contemplación, y, si contemplar es compartir lo sagrado ([con][templo]) entonces el sujeto está en constante comunión con lo sagrado de sí en relación con lo sagrado de todo aquello que percibe por medio de los sentidos, ya que después del suceso, al cuerpo (mente) ha regresado la conciencia.
Es decir, el sujeto es ahora un ser vivo idéntico a sus semejantes en cuanto a capacidades motrices, mentales, etc., pero con la diferencia de que el sujeto dispone de aquello que ha experimentado y la gran mayoría de sujetos no, y, de lo que sólo muy pocos son conscientes, y, por lo experimentado, dispone de representatividad de aquello semejante a lo experimentado.
Por tanto, también reconocerá a aquellos que lo posean. El ser en cuanto a ser (esencia) del sujeto se identifica en el ser en cuanto a ser de todos y cada uno de los sujetos y objetos que contempla, tanto los que son conscientes como los que no lo son; y, contemplar es lo único que le sirve en adelante como medio de observación y percepción.
Sería absurdo que un piloto de caza volara en este tiempo sin el traje que le permita despresurización, seguramente su avión no alcanzaría ni un diez por ciento de la capacidad que le permite el complemento.
- vive como vive un rio que no espera el regreso de sí si no es por cumplido su ciclo.
Libre de su herencia, el sujeto está libre de creencia, prejuicio o moral que defina su sentido de la justicia capaz de perturbar en la conciencia, aspectos de la vida de un individuo limitado a la secuencia de la vida de los seres humanos en general, a su vez relativos a su crecimiento, a su vez limitados a su tiempo y espacio (periodo de la historia del ser humano).
El sentido de la justicia no es el mismo en el ser humano que abandona las cavernas que en el ser humano cosmopolita contemporáneo. Es decir, el sujeto después del suceso no sólo se libera de su límite como individuo y persona, sino que también lo hace del límite que le impone la cultura y sociedad global, declarándose por ello independiente del resto.
En los días siguientes al suceso experimenta una mezcla de estar catatónico en su conocimiento; conocimiento que no abandona, pero que tampoco precisa, tal cual ocurre durante el sueño y por el cual se dan escenarios como verse uno volando, algo completamente imposible de representarse como una realidad estando despierto, y, al estar despierto, pero inmaculado de voluntad, experimenta una intencionalidad involuntaria que le permite trascender de su anhelo mundano, quedando liberado de toda expectativa más allá de las necesidades corpóreas.
Su esperanza es plena, absoluta, no es relativa a sus limitaciones cognitivas; su conocimiento ha quedado en la vasija (mente) mientras se siente en la sublimación de dicho conocimiento; en la esencia misma del conocimiento adquirido. Es decir, si no dispusiera de ese conocimiento no alcanzaría conciencia del suceso, y, a la vez, su conocimiento es insuficiente para comprender qué ocurre, ya que esta nueva forma de conocimiento, al ser primigenia, no se aprende, sino se recuerda; pues es inefable; pues es la verdad (universal),(de Dios). El acto es ahora simple, absoluto, absuelto de sí, precisamente porque no existe motivo alguno de darse al conocimiento antiguo (mundano) sino es por la razón que le obliga a volver a la vida entre los demás.
De eso trata la llamada en los religiosos y su matrimonio con su dios particular (el de cada religión). En cambio, un sujeto libre de relación con dogma alguno, sólo puede abrazar al Dios verdadero, pues Dios no cabe entero en un pensamiento, por muy perfecto que sea, como dicen que perfecta es la Biblia o el Corán o la Torah, etc; en todo caso dichos pensamientos caben en Dios, todos ellos y todo el resto del universo. Por tanto, el religar del sujeto tras el suceso es individual e intransferible; es decir, cada sujeto lo experimenta según su constitución lo permite. Por tanto, no cabe una norma ni que lo conceda ni que lo impida ni que lo permita, salvo la propia de Dios, inefable por el ser humano. A Dios no se alcanza (en plenitud) por el lenguaje, por mucho que Dios lo conceda (el lenguaje).
- No te sientes mejor que nadie ni mucho menos peor que nadie, la naturaleza te ha liberado de eso.
Tras el suceso el reconocimiento es dado de forma automática. El sujeto experimenta un sentido de la dignidad proporcional al sentido de la plenitud. Por tanto, no acuerda, no condiciona y en todo se considera y desde el todo, considera. Ya que, al reencontrar (religar) el ser, el sujeto trasciende la dependencia de forma completa. Por tanto, sin labor se produce la excelencia, ya que al estar pleno no es relativa a contención alguna, ni símbolo ni otro lenguaje que la perfección de la belleza (naturaleza). En este estado la excelencia es la sencillez, lo simple, lo absoluto, lo absuelto (del mundo sensible). Si está pleno de nada está lleno de posibles; y un infinito de posibles (al fin y al cabo) conforma el todo, incluso el todo inefable, incluso lo eterno.
Y eso es la humildad: es sin reflejo, no precisa comparativa, equivale a equidad. Por tanto, la humildad es el estado del sujeto a partir del suceso. En contrapartida, aquellos que no la habitan, pues la humildad en sí misma es el templo moral de Dios, se posicionan, bien sumisos o bien soberbios; intercalan dichos polos de la ética mundana porque son incapaces de contemplar, o bien no lo practican con suficiencia, o, mejor dicho, de forma simple, absoluta, absuelta.
En la acción contemplativa sólo se aprecia lo sagrado, por tanto el sujeto tras el suceso, desde su parte pura, puesta en práctica de forma automática, aprecia la parte pura en lo ajeno, indiferentemente de si los demás son conscientes de su pureza, y, descubre que en el resto (lo que no es sagrado) es sólo ignorancia, no tiene que ver con la maldad, ya que lo malo no existe en el plano contemplativo, como más adelante procuraremos transmitir comprensión.
- No te comparas, ni te enorgullece lo propio, sino lo ajeno que con tus acciones se convierte en más bueno.
Como se ha dicho, en este estado no tiene sentido la comparativa con el semejante. Si el ego no es más que el reconocimiento de uno mismo, pero desde uno mismo, el ego es entonces el reconocimiento de una prisión desde el punto de vista del preso, pues lo que ocurre sólo dentro de un objeto es parte inherente del objeto, por tanto, se carece de las vistas que no son propias, salvo por la aceptación (o no) de la apreciación que se da desde las vistas desde los objetos externos (percepción que tienen de uno el resto de las personas), ya sean las recibidas desde el espejo (donde no se obtiene más que una representación del ego en su conjunto, ya que en ese acto no existe otra visión que la propia), o, de aquello desprendido por el reconocimiento ajeno, donde otro sujeto ego (preso de sí) reconoce un semejante ego (preso de sí), y, sólo de esta relación se obtiene el sentido de la dignidad personal, mundana.
Es decir, unos a otros los sujetos se reconocen entre sí, y, fundamentado cada uno en su particular axiología de la vida (el cómo se valoran las cosas de la vida [subjetivamente]) van considerando tanto la valía del semejante, como su capacidad, como su incapacidad, como su intencionalidad, como su deriva respecto de sí y con respecto de los otros sujetos.
Por tanto, es inevitable la comparación de lo ajeno con lo propio; y lo propio junto a lo ajeno con la creencia establecida y dada por buena, es decir, practicada y que define tanto el prejuicio como el sentido de la justicia, en fin la moral de turno (la morada en que se habita, el hábito resultado de la costumbre [Aranguren]).
Y de ello se desprende la dignidad que un sujeto siente con respecto a los demás sujetos, con respecto de la sociedad entera y con respecto del estado (instituciones)(Durkheim). En cambio, el sujeto, tras el suceso, no sólo experimenta el sentido de dignidad humana, sino que retoma el sentido de la dignidad esencial, es decir, primigenia. Es decir, de Dios.
En cambio, el orgullo (ese derivado de la soberbia) que un sujeto siente es dado por otro tipo de reconocimiento, a saber: el halago.
Tan sólo el halago que le procesan a uno genera orgullo de uno mismo, ya que, del halago, siempre pende un interés. En efecto, gran parte de las relaciones humanas, sino todas, son por interés. Por tanto, el orgullo propio es, en toda su parte, dado por el interés ajeno.
Por tanto, en el caso del sujeto tras el suceso, el orgullo no se da sino en sentido adverso, es decir, hacia los demás, ya que ha escindido de su cárcel y su percepción es contemplativa, es decir: siente orgullo por ellos tanto como de sí, siente orgullo de ser parte de ellos y siente el orgullo de ellos en sí.
Por tanto, el orgullo en sí mismo reside en la acción de ser orgullo y no es el producto de un reconocimiento interesado (halago).
Por tanto, el sentimiento de orgullo es dado por la acción que se emplea por bien del ajeno, y, se siente por que el ajeno lo agradece, ya sea de forma explícita (o no) y todo ello en reciprocidad, ya que la acción es contemplativa (comunión sagrada).
Ej. Si un padre siente orgullo por su hijo cuando su hijo es capaz de superarse a sí mismo, entonces el orgullo es del hijo y no del padre; el padre sólo es receptor del orgullo que siente el hijo por haberse superado a sí mismo, al mismo tiempo que en su acción de sentir orgullo por su hijo es emisor, por tanto, compartido, por tanto, recíproco.
Por tanto, el único orgullo sano (que no crea vanidad) es el que se siente por los demás y por los realizados actos hacia ellos (por y para ellos [incluyendo la sociedad]) y todo ello compartido y todo ello en reciprocidad.
- El mal deja de existir y se transforma en múltiples formas de ignorancia.
En las distintas relaciones humanas existen intereses de todo tipo: en un solo sentido, compartidos, comprometidos, algunos simplemente buenos (coherencia) y otros simplemente no buenos (contradicción). Si hacemos un recorrido por la virtud aristotélica el maestro nos muestra la virtud en el medio del defecto y el exceso. Escoger el centro es escoger la fluidez, ya que la carencia retiene y el exceso te pierde, pero, resultará imposible estar en el medio sin haber conocido al menos una vez el exceso. Ya que, si se tiene carencia de algo, al mismo tiempo se desconoce de qué forma es el todo de ese algo, como mucho se dispone de la idea, pues la nada no arroja conocimiento alguno.
Por el contrario al disponer del conocimiento (empírico) del exceso de ese algo se conoce tanto su exceso como su defecto, pues al disponerse en ese algo también hubo un momento en que se careció de ese algo. Si la virtud entre cobardía y temeridad es la valentía, todo valiente alguna vez tuvo por fuerza que haber cometido temeridad. Toda la Ética humana está plagada de defectos, excesos y virtudes, por tanto sólo lo esencial se libra del polo opuesto; entonces sólo puede tratarse de aquello que no es producto del ser humano. Si el todo es creado desde una explosión, entonces todo es en devenir, nada de estas esencias precisan un polo opuesto, por tanto su final es la eternidad, por tanto sin final (infinito).
Si el primer acto es, sin duda, el acto creador, no existe nada que se pueda considerar más bien (bueno) que ese acto, pues si el bien existe, existe siempre; ningún otro sentido tendría el bien existiendo únicamente en una parte concreta del proceso del todo. Entonces, en sí mismo, ese acto es el primer bien, por tanto, ya que lo demás está todo aún por hacerse, ese primer bien es el bien completo, por tanto, su polo opuesto no existe, salvo en las culturas del ser humano. Tan sólo desprendido de su mito, dogma y moral limitadas, el ser humano adopta el mal, ya sea porque precise moderar su prudencia de algún modo, ya que, de lo contrario, no le queda otra que experimentar todos los excesos para alcanzar la virtud camino de la excelencia, ya sea porque teme sentirse en carencia; y, lo opuesto al bien, al no existir, se convierte en vacío; y en el vacío no se considera.
La reflexión deja al menos un argumento válido: el mal no existe. Y si se ha de considerar el bien de alguna forma, el bien es la creación, y, si existe algo que muestra la creación sin la interacción por parte del ser humano, eso es la naturaleza; y la naturaleza muestra en toda su parte una cosa: la no contradicción, la coherencia. Por tanto, el bien es la verdad y el mal es la invención de la verdad (la mentira). Por tanto, el mal no existe, es tan sólo las múltiples formas que desde la ignorancia se pretende la verdad. Por tanto, el mal es la invención de la verdad.
- El bien se ilumina: brilla, siempre es lo mismo: resalta.
Y si el bien es la primera verdad, el bien es Dios, entonces Dios está donde está la no-contradicción, donde está la coherencia, donde está la verdad, el polo opuesto es tan sólo falsedades de éste, tantas como invenciones se le quieran dar. De ahí que el bien se manifieste en plenitud y no haga falta aplicarle justicia, ya que el bien es primigenio, por tanto inmaculado.
- El cuerpo se libera de la mente y deja de sentir esa terrible sensación de habilidad por la supervivencia.
En desarrollo
- Resulta más simple dejarse llevar y te das cuenta de que la única resistencia es la vida.
En desarrollo
- Aprendes a llegar a acuerdos con ella y después nada te frena.
En desarrollo
- Te sientes consciente en cuerpo y alma.
En desarrollo
- Pero, no te has liberado voluntariamente; en cambio, eres consciente de que alguien lo ha hecho.
En desarrollo
- Nunca dudas de ello pues no depende de credo.
En desarrollo
- Llegaste, los viste, te viste, te vieron.
En desarrollo
(7-jul-2018) Canalizado
(May 2022) Ensayo lógica
DERECHOS DE AUTOR
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Autor:
César C. Barrau (
Offline) - Publicado: 28 de diciembre de 2025 a las 16:07
- Categoría: Sin clasificar
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