Me retiro a mi soledad eterna.
Enciendo esta noche una linterna
entre el frío que por esta ventana
entra a borbotones, como mi alma
en la muerta materia desvencijada
haciéndola jirones de blanca niebla.
Me retiro a mi soledad eterna,
aunque nunca daré por perdida
aqueya estreya que briya a oriyas
de mi vida, entre marea y arena...
Me voy volando al alba al despertar
a esta realidad tan extraña,
que se sueña, es la verdad...
Me voy flotando en una ola enfática,
a toda velocidad, cortando las aguas,
y la gran distancia que nos separa igual.
Las observaciones las haríamos desde la cima plana de un monte bastante alto. Ahí era donde cada año nos reuníamos para contemplar, llenos a partes iguales de extrañeza y admiración, el firmamento en busca de luces inusuales. Es preciso que aclare que no siempre aparecían en el cielo luces extrañas, de hecho la mayoría de las veces los buscadores de inteligencia extraterrestre directamente se inventaban lo que luego publicarían en sus blogs. Pero aquella vez todo fue diferente. Desde el momento de la partida pude apreciar que mis compañeros no hablaban entre sí, cada unos hallábase sumido en sus propios pensamientos y esperanzas. Pasó que a medio camino el motor del coche se caló y no volvió a arrancar, así que nos dirigimos al monte caminando. Éramos tres hombres y una sola mujer. Ella era la profesional y nosotros los aficionados. Bien sabía que poseía una casa no poco lujosa en California, y que allí disponía de costosos aparatos que mapeaban a diario el plano celestial. A decir verdad ella y yo habíamos estado liados una noche y el día siguiente, y en estado de ebriedad, entre risas y eróticos susurros, me contó algunos detalles en lo referente a sus últimas investigaciones, las que no creía que acabase publicando nunca en su exitoso blog. Me dijo que había captado un mensaje que determinaba la hora y el lugar exactos donde habría de darse el primer contacto entre una civilización extraterrestre de las más avanzadas y la nuestra. Para ese momento faltaban ahora unas escasas dos horas, y en cuanto al lugar indicado se trataba precisamente de la cima plana del monte al que nos estábamos acercando caminando los cuatro sin mediar palabra. Llegamos a una zona llana donde vimos varios coches dispuestos en línea, y a lo lejos en una senda entre los árboles las luces de una linternas alejándose monte arriba. Aceleramos el paso y al fin alcanzamos a aquel grupo, que eran tres chavales mexicanos, que ya conocíamos del año anterior. Ni siquiera nos saludaron, pues iban tan sumidos en sus pensamientos y esperanzas como nosotros, y en semejante estado las palabras no llegan a concretarse en la sección frontal de cerebro, según he deducido. Cuando alcanzamos la cima dispusimos nuestros equipos de un modo más o menos ordenado, y nos sentamos en el suelo formando un círculo achatado. Entonces uno de los mexicanos rompió el silencio diciendo que había llegado la hora, y agregó más tarde que pronto nos encontraríamos todos fuera del sistema solar, en una galaxia muy distante situada en un confín inapreciable para los telescopios, por hallarse tan lejos en el espacio y en el tiempo. Dijo que los seres de aquel mundo éramos nosotros, los humanos, pero tras innumerables millones de años de desarrollo, y que, por lo tanto, para encontrarnos ellos debían viajar al pasado. Tales declaraciones me impactaron sobremanera. En mi fuero interno comenzaba a fraguarse la idea de que todos nos habíamos vuelto locos, que eso no podía ser posible, que quizá la agencias espaciales o sabe dios quién estarían jugando con nosotros, aprovechándose tanto de nuestros pensamientos alienados como de nuestras exageradas esperanzas de establecer contacto con algo que nuestras imaginaciones la mayoría de las veces se negaban a concebir. Pero he ahí alguien que había llenado los huecos con el brillo fantástico de una imaginación dislocada de la realidad, recuerdo que pensé tras oír sus declaraciones. Y sin embargo el chico no aparentaba más de veinte años. Cómo alguien tan joven podría tener acceso a toda esa información? Llegué a la conclusión de que se lo había inventado con ayuda de sus amigos, y que seguramente serían los tres adictos a la ciencia ficción. Con tal cuando llegó el momento del encuentro con ellos, como el mozo mexicano que había tomado la palabra llamaba a nuestros descendientes futuros, me había vuelto completamente escéptico al respecto. Por eso cuando una luminaria ovalada descendió del firmamento y vino a posarse en la cima plana del monte, ante mis propios ojos y los de todos mis acompañantes, me desmayé. Lo cierto es que puede ser que eso mismo lo haya soñado, pero confiando en el testimonio de la californiana hube de creer lo contrario. Ella me narró la experiencia una vez hube despertado. Empezó describiendo el objeto, que comentó era como una nave forjada en pura luz de arcoiris, de la cual salieron en forma de proyecciones holográficas dos seres antropomorfos de gran envergadura. Y los mexicanos, como hipnotizados, se dirigieron a paso vacilante hacia ellos y acabaron desapareciendo dentro de la luminosa nave a la par que los dos hombres del mañana. Pero los mexicanos dijeron que todos seríamos llevados a su mundo, y nosotros seguimos en el nuestro, le respondí. Todos cometemos errores, dijo ella, pero imagina por un momento que hemos estado en su mundo de visita, pero que nos han devuelto aquí poco después; no lo sé, pero podría hipnotizarte, sé cómo hacerlo, y así averiguar si tienes recuerdos de los que no eres consciente. Así pues, en un cuarto de un hotel cercano al dicho monte, procedió a hipnotizarme, aunque accedí con cierto recelo. Lo hizo cambiando el registro y la velocidad de su voz, mientras me iba hablando de cosas al azar, y yo mantenía la mirada fija en un péndulo negro con una espiral verde grabada. Lo siguiente que recuerdo es despertar en cueros y con el cuerpo acalambrado de frío sobre un mohoso colchón. Al parecer esa mujer se llevó todos mis objetos personales, incluido mi teléfono, mi cartera con todos mis documentos y carnés más la targeta de crédito, y tambien una gruesa libreta de notas donde escribía mis más íntimas reflexiones, pensamientos y esperanzas. Solamente quedó sobre la mesita de noche un lápiz mordisqueado y una hoja en blanco que he cubierto por ambas caras para dar constancia de mi mala suerte
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Autor:
Romey (
Offline) - Publicado: 25 de diciembre de 2025 a las 07:29
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 3
- Usuarios favoritos de este poema: Tommy Duque

Offline)
Comentarios1
Te comento hermano que tu texto contiene símbolos no reconocibles, ya he visto este fenómeno varias veces con otros poetas, quienes no estaban percatados del asunto, no sé que lo causa, pero sucede.... sin embargo al ver tu escrito con mi celular, todo es normal...
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