EL VESTIDO

Lourdes Aguilar


AVISO DE AUSENCIA DE Lourdes Aguilar
En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía

   Eran las 7 de la noche, hora en que los vecinos ya habían comenzado los preparativos para la cena; hoy la mayoría saldría temprano de sus trabajos para estar con sus familias o visitarían parientes o amistades, en las casas había luces, coronas, pinos, nacimientos; pero en la suya nada, en la casa de Ema nunca llegaban visitas, ahí no preparaban nada e ninguna fecha y menos ahora que sus moradores la habían abandonado como si fuese un barco hundiéndose en altamar, un naufragio de décadas que se acentuaba cada año como los humos de la borrachera que al disiparse en la sobriedad hace recuento de la cruda diferencia entre el antes y el después. No pesaba la soledad, esa era parte suya, más bien la pena de no haber hecho nada por quienes se hundían con ella, por quienes se intoxicaban en ese aire viciado de generaciones cuyos humores y rutinas mezcladas restaban oxígeno a sus moradores. Ema se acercó al armario y lo abrió, la poca ropa ahí colgada también se había estancado en el tiempo: un vestido color vino, planeado para usarse en ocasiones especiales que no llegaron, un elegante abrigo para viajes que no se realizaron, un recuento de fechas donde su cuerpo estuvo presente mas no su pensamiento, no recordaba las palabras pronunciadas, los manjares consumidos, la música escuchada, solo su cansancio, su invisibilidad e insatisfacción permanentes.  

Hoy eran vísperas de una fecha que se celebraba en familia, o con entrañables amistades, al menos eso era lo que había observado por años, en la mayoría de las casas había luces, adornos, pinos y nacimientos, en algunas parroquias se organizaban posadas, se hablaba de amor, fraternidad, compasión; a tantos años de distancia, cuando todavía era pequeña y la cobertura de los medios no era tan extensa, cuando la crueldad, el odio y las divisiones no eran tan tangibles, Ema recordaba un sentido diferente entre las celebraciones de esas épocas con las de ahora: anteriormente las posadas evocaban la peregrinación de la sagrada familia y la venida del hijo de Dios encarnado, el nacimiento por lo tanto era tanto o más importante que el pino de navideño, más aún en su ciudad, ubicada en el trópico donde los pinos no crecen de forma natural ni el clima permite nevadas y la idea de un gordo bonachón vestido de rojo que reparte regalos montado en un trineo era una idea claramente comercial; ahora las posadas eran escasas, había más pinos pero menos nacimientos, como si la gente hubiera olvidado la esencia de la celebración, la familia y las amistades se seguían juntando más por costumbre que para rememorar esa imagen de la sagrada familia recibiendo su divino hijo en la humildad de un establo, rodeados de ángeles, escuchando los coros celestiales y recibiendo como primeras visitas a simples pastores. 

  Ema había trabajado desde muy joven con tal de alejarse de la casa y respirar nuevos aires y lo consiguió, al menos por un tiempo, un tiempo que transcurrió repitiendo patrones, agotándose en trabajos y compañías que no la satisfacían, sintiendo que al abandonar la casa se le había adherido algo siniestro, algún tipo de larva o virus que contaminaba su cuerpo, absorbía su energía y empañaba su alegría. Ahora estaba de vuelta, instalada nuevamente, mirando el vestido nunca estrenado, el abrigo en espera de su primer viaje... Ema no deseaba una familia, al menos no como la suya, pero la tuvo, y muy parecida a la que se hundió hacía tiempo en la casa que ahora habitaba de nuevo, la que trataba de sanear un poco para que le permitiera descansar en las noches sin sofocarse, sin absorberla como antes, cuando soñaba con parajes ruinosos y sombríos por donde deambulaban individuos siniestros, deformes o lunáticos acordes a esos entornos, cuando esos sueños eran tan hostiles como las vigilias, el vestido a pesar de nuevo olía a viejo, a olvido, mirarlo la ponía triste, era bonito pero ya no cabía en él, debió haberlo regalado hace tiempo pero continuaba en el armario al igual que el abrigo.  

  Se escuchaba música, música que nada tenía que ver con la fecha que se celebraba, vecinos iban y venían, voces, risas que posteriormente se volverían en algunos casos insultos y llantos, Ema en su casa solitaria, con el armario todavía abierto pensó que había esperado demasiado; sacó el vestido, el abrigo, los metió en una bolsa y salió con ella sin rubo fijo, uno que otro vecino la saludó, ninguno la invitó a pasar, caminó y caminó más allá de la colonia, varios niños reventaban cohetes; mesas con comida, bebidas, sobre todo alcohólicas, un malestar crecía en su interior, mañana las calles amanecerían llenas de platos y vasos desechables, restos de comida, envases vacíos, olor a pólvora y eso se repetiría en fin de año ¿era ella o realmente el espíritu navideño se había extinguido entre los adornos, las borracheras y la música estruendosa? Qué ridícula se sentía caminando sin rumbo con un vestido y un abrigo sin estrenar embolsados. 

  Había transcurrido un buen rato y se encontraba en una ancha avenida, gente iba y venía apurada, en el cruce había un vendedor de flores, su bicicleta reclinada en el camellón junto a un árbol mientras una mujer (su esposa tal vez) vestida con ropa correspondiente a una etnia indígena de otro estado acunaba un bebé de pocos meses sentada en una piedra, una familia de los tantas que tal vez no tendría una cena preparada en su casa ni regalos para darle a sus hijos si es que había más, seguramente además vivían en un cuarto rentado y sin adornos navideños, pero ¿a quién le importaba? Eran días de estar con la familia (la propia) o con amigos para pasarla bien, no para compadecerse de tristezas ajenas ¿o sí? Ema sintió que la bolsa pesaba y es que los fracasos pesan... pesan hasta que uno decide dejarlos atrás, el vendedor de flores, la mujer ¿sentirían lo mismo? ¿pesarían esas flores? Cruzó la calle para atravesar el camellón, al pasar junto a la piedra donde estaba la mujer de espaldas mirando absorta el tráfico dejó la bolsa y continuó su camino. 

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  • Autor: Lourdes Aguilar (Offline Offline)
  • Publicado: 24 de diciembre de 2025 a las 07:43
  • Categoría: fecha-especial
  • Lecturas: 3
  • Usuarios favoritos de este poema: Tommy Duque
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