El tiempo también pasó por los míos

Austin Mora

Diciembre se disfraza de rutina para no levantar sospechas.
El veintitrés llega como llegan los días que no piden permiso, con luces colgadas, villancicos ajenos y la mentira colectiva de que todo está bien porque el calendario lo dice.

Esta noche me detuve.
No hubo cigarro entre los dedos ni café sosteniéndome la vigilia.
Solo el cuerpo sentado y la conciencia despierta, esa que casi nunca invitamos
porque incomoda.

Y fue ahí donde entendí que llamamos “vivir el día a día”a no pensar.
A no mirar el futuro.
A no aceptar que cada segundo que el reloj ejecuta es una pequeña muerte ordenada,
un entierro discreto del tiempo que nadie acompaña.

La vida no se va de golpe.
Se va minuto a minuto, como se apaga una vela cuando nadie la está mirando.
Hoy sepultamos a alguien bueno.
Bueno de verdad.
De corazón ancho, de presencia limpia, de esos seres que no ambicionan nada
y por eso lo sostienen todo.

Hubo dolor, hubo duelo, hubo esa paz extraña que trae la enfermedad
cuando ya no lucha, y hubo una familia aprendiendo a nombrar la ausencia.

Pero también hubo una pregunta
golpeando más fuerte que la tierra sobre el ataúd: ¿por qué esperamos la muerte
para pensar la vida?
Nos cuesta detenernos.
Nos cuesta sentarnos frente a lo vivido como quien se sienta frente a un espejo sin maquillaje.
Preferimos correr.
Producir.
Acumular.

Creer que el valor está en lo que se tiene
y no en lo que se ha amado.
Escribo y mi lapicero se va vaciando,
gota a gota, como se vacían los años.
El reloj avanza sin culpa, y mientras lo hace
a mi padre le queda menos tiempo, a mi madre también, a mis hermanos, a mí.
Como a todos.

Solo que fingimos no saberlo.
Somos expertos en gastar la vida ajena.
Decimos “después”, “mañana”, “cuando haya tiempo”, como si el tiempo fuera una moneda infinita y no este animal frágil
que muere cada vez que lo ignoramos.
La mayoría no se detiene.
Piensa en dinero, en vanidad,
en ruido, en llegar primero, en tener más.

Y no hace una pausa, ni siquiera un minuto,
para mirar ese mismo minuto morir entre sus manos.

Pero la vida no es algo que solo se vive.
La vida se piensa.
Se contempla.
Se cuestiona.
Se honra con silencio.
Se agradece con presencia.
Porque el reloj no avanza sobre los otros.
Avanza sobre los nuestros.
Sobre nuestras casas.
Sobre nuestros nombres.

Y cuando la noticia llega, cuando el golpe cae, cuando la silla queda vacía, entonces entendemos demasiado tarde que el tiempo también pasó por aquí.
Y no pidió permiso.

  • Autor: Austin Mora (Online Online)
  • Publicado: 23 de diciembre de 2025 a las 23:10
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 0
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.