Paseo al atardecer
El sendero se pierde lentamente
entre la sombra alargada de los árboles,
ancianos guardianes
de historias que el viento murmura
sin voz.
Las copas, teñidas
por los últimos destellos
de un sol que languidece,
flotan como si fueran
un mar de cobre líquido,
vibrando en silencio
entre lo tangible
y lo etéreo.
Cada paso respira
tierra húmeda,
hojas secas que susurran bajo los pies,
un canto que
solo los atardeceres conocen.
Bajo la tierra,
las raíces se entrelazan,
sosteniendo el peso
de un tiempo que se escapa
sin prisa.
El cielo se tiñe despacio:
naranjas profundos,
dorados suaves,
violetas soñolientos
que se disuelven unos en otros.
El mundo parece suspirar,
apaciguado,
entregándose al manto de penumbra
que avanza y reclama su lugar.
Y en ese instante,
el bosque se vuelve espejismo,
un eco grabado
en el rincón más frágil
de la memoria,
justo antes de desvanecerse,
dejando una paz inexplicable,
como un recuerdo
casi irreal.
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Autor:
MIGUEL CARLOS VILLAR (
Offline) - Publicado: 23 de diciembre de 2025 a las 15:32
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2
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