El Mercader de la Guerra
En el mapa del mundo se extiende una sombra alargada
que no sigue las fronteras dibujadas en los libros de geografía.
Es el rastro de un gigante que comercia con el miedo y el acero,
que siembra tormentas de metal en tierras lejanas para cosechar dividendos,
y cuyo escudo de armas tiene el color del dólar antiguo.
Sus fábricas no producen trigo ni pan para los hambrientos,
sino promesas frías que estallan en el cielo de otros continentes.
Cada proyectil lleva una etiqueta con un número de contrato oculto,
cada avión despega con una carga de futuras reconstrucciones,
y cada discurso oficial es un manual de ventas muy elaborado.
El enemigo necesario cambia de rostro con el paso de las estaciones;
hoy es un tirano, mañana un fantasma, después una idea difusa.
Siempre surge un nuevo peligro en el horizonte mediático,
una amenaza que justifica el envío de buques a costas ajenas,
y el presupuesto para defensa crece en silencio y sin pausa.
La retórica elegante habla de valores universales y de misiones sagradas,
mientras los contratistas cuentan sus ganancias en oficinas blindadas.
Es un ciclo que gira alrededor de pozos negros y ductos brillantes,
donde la paz resulta un mal negocio para las cuentas anuales,
y un conflicto estable es el estado ideal para sus balances.
No miran a los ojos de las madres que huyen con sus hijos,
solo observan las gráficas de consumo y la cotización en la bolsa.
Las víctimas son estadísticas en informes que nadie lee completamente,
y los escombros de una ciudad pronto serán un proyecto de infraestructura,
otra fuente de ingresos para el complejo sistema que todo lo engulle.
Así funciona la máquina gris de su dominio económico y militar,
una corporación con sede en Washington que nunca declara pérdidas.
Su producto principal es la seguridad que primero vende y luego quiebra,
y su lealtad final no es a pueblo alguno ni a tierra,
sino al frío informe trimestral que exige crecimiento constante.
Por eso su bandera ondea donde fluye el combustible oscuro y pesado,
y su música suena en bases instaladas en desiertos remotos.
Es la historia repetida de un negocio que necesita conflictos,
donde cada bomba inteligente abre un camino para nuevos contratos,
y cada vida perdida es solo un daño colateral aceptable.
Al final del día, es solo la lógica de un capitalismo salvaje,
que viste uniforme y habla con solemnidad de destinos manifiestos.
No hay ideología detrás, más que la cuenta de resultados eterna,
un fuego que se alimenta a sí mismo con la sangre de los demás,
y un mundo atrapado en la rueda de su guerra sin fin lucrativa.
—Luis Barreda/LAB
Los Ángeles, California, EUA
Diciembre, 2025.
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Autor:
Luis Barreda Morán (
Offline) - Publicado: 23 de diciembre de 2025 a las 01:54
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

Offline)
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