Un día mas juntos

Hoy discutimos otra vez y no fue por algo realmente importante, sino por esas cosas pequeñas que se acumulan cuando ya venimos cansados, una respuesta seca, una mirada que se malinterpreta, el momento equivocado para hablar. Ninguno quería pelear, pero pasó igual y nos dijimos cosas que no eran tan graves mientras dejábamos guardadas otras que sí lo eran. Después vino ese silencio incómodo que no descansa, solo separa un poco.

Cada quien siguió con lo suyo, pero el ambiente quedó raro, como si el aire estuviera más pesado. Yo pensaba una y otra vez en lo mismo, en si había exagerado, en si tú estabas molesta o solo agotada. Más tarde vi que habías dejado comida para mí y no dijiste nada, pero tampoco te fuiste, y entendí que a veces el amor no se explica, solo se queda.

Hay días en los que amar se siente pesado, no porque falte amor sino porque sobra vida, trabajo, pendientes, cansancio acumulado. En esos días hablamos menos, nos tocamos menos y todo se malinterpreta con más facilidad, pero seguimos aquí, compartiendo el mismo espacio, como dos personas que saben que una mala noche no define lo que somos.

También hay momentos en los que todo se acomoda sin necesidad de hablarlo, un abrazo que llega tarde pero llega, una risa inesperada, una pregunta simple que no busca respuestas grandes. No arregla todo, pero alcanza. Nos volvemos a elegir sin hacerlo un evento, casi sin darnos cuenta.

No siempre sabemos amar bien y a veces somos torpes, egoístas o decimos cosas que duelen más de lo que queríamos, pero incluso en medio del enojo hay algo que se mantiene: ninguno está buscando irse. Amarnos no es estar bien todo el tiempo, es discutir, cansarse, equivocarse y aun así quedarse, es irse a dormir molestos y despertar con ganas de acercarse un poco más.

No es perfecto ni fácil, pero es real, y mientras sigamos regresando después de cada discusión, aunque sea en silencio, sé que seguimos queriéndonos.