Camino con un pie en la batalla
y el otro en el brillo del mundo.
Uno conoce el polvo, la resistencia,
el pulso firme de quien no se rinde.
El otro pisa ligero,
como si la belleza también fuera un arma.
En mí conviven sin pedir permiso.
La guerrera que aprendió a caer sin romperse,
la que seca sus lágrimas en silencio
y sigue.
Siempre sigue.
Y la mujer elegante,
la que elige levantarse con gracia,
la que pisa firme sobre tacones
no para adornar el camino,
sino para marcar mi andar…
No me contradigo:
me completo.
La fuerza me sostiene,
la elegancia me distingue.
Dentro de mí vive esa que resiste,
la que sangra sin testigos,
la que tiembla en la sombra
y brilla cuando sale a la luz.
Nadie la ve cuando cae de rodillas,
pero todos sienten su paso cuando avanza.
Puedo correr sin miedo
o detener el tiempo con un paso lento.
Sé cuándo luchar
y cuándo dejar que el silencio hable por mí.
Este es mi manifiesto:
no soy mitad de nada.
Soy la suma exacta
de coraje y sutileza.
No me elijas suave
ni me llames dura.
No elijo entre ser guerrera o elegante,
porque soy ambas.
Con cicatrices que no me pesan
y tacones que golpean el suelo
como una promesa cumplida:
aquí estoy,
entera,
marcando la diferencia...

Online)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.