Insuficiente a todas luces

Una palabra es suficiente,
a veces, solo en ocasiones,
según quien la escuche,
el interlocutor, y el no decir
la, a veces, solo en ocasiones,
es mejor que lo contrario, el
silencio, tal que el hueco que 
deja es una posibilidad que su
pone un molde para cualquier
cosa, que ocurra lo que sea. 
Acabo de escuchar que un poe
ma sale de dentro, que no se pi
ensa, o puede pensar, que se pue
de aspirar, tan solo, a ser su escri
ba, sin intermediar, y que es Dios
quien lo escribe siendo, tú, tan so
lo, un agente, escriba, repito, int
ermediario, casi repito, alarife. 
Una palabra es poco, por mucho
que sea el significado que encierre,
por mucho que pueda en alguien,
cuando se pronuncia, desencaden
ar una ráfaga de pensamientos ale
daños a lo que se vive en ese mom
ento, y lo pienso así porque es muc
ho el tiempo que nos toca vivir para
tan solo una palabra, y el silencio, si
con una fuera suficiente, ensordecer
ía con tanta fuerza que echaría a per
der la existencia del más pintado, fue
ra albañil o pintor, intelectual o iletra
do, tonto o listo, o policía, o incluso
ladrón de guante blanco. 
Una palabra es suficiente —retomo
para cerrar—, dirá algún cursi, epa
tador, como esos que dicen que él no
escribió cierto libro sino que fue ese
libro quien se escribió a sí mismo, co
mo si cualquier obra de arte existiese
antes de ser creada, como diluída en
la entraña de quien esté llamado a ser 
su creador —valiente zarandaja—.
Os dejo, aquí, más de una, porque solo
una se me queda escasa cuando escribo
—por eso sostengo que solo una no es n
unca suficiente—.