Mi motivación actual es desconectar de internet, hacer otras cosas, vivir, conectar con un buen libro, sin dejar del todo la esencia de mis letras, por ese motivo permanezco más ausente, ocupándome más de mí y de mi familia
LOS LATIDOS DEL RELOJ
La Navidad llegó vestida de blanco.
El frío se filtraba por las calles como se filtran los recuerdos antiguos que nadie consigue borrar del todo.
Un anciano entró en la relojería cerca de su casa con un objeto envuelto en tela.
Lo colocó sobre el mostrador con cuidado, como si fuese un recién nacido.
Era un reloj antiguo.
Viejo y gastado por el tiempo. Demasiado frágil y anticuado.
Detenido desde hacía décadas.
El relojero lo examinó en silencio.
Algunas piezas ya no se fabricaban.
Otras habría que reconstruirlas desde cero.
—Puedo intentar repararlo —dijo al fin—, pero le costará más que uno nuevo.
No vale la pena, los hay más modernos, más precisos y más baratos.
El hombre asintió sin dudar, pero siguió persistente en su reparación y restauración para que quedara funcional y reluciente como el primer día.
El relojero frunció el ceño.
No entendía por qué alguien querría reparar un reloj así.
No era práctico.
No era lógico.
Sin embargo, algo en la forma en que lo había dejado sobre la mesa y el apego al mismo lo inquietaba.
—Tendría que fabricar piezas a mano —añadió—
No hay garantía de que dure.
El hombre levantó la mirada.
—Haga lo que haga falta.
Quiero que funcione.
⸻
Pasaron días.
Luego semanas.
Después meses.
El relojero trabajó en silencio, reconstruyendo engranajes, ajustando muelles, devolviendo forma a lo que el tiempo había erosionado.
Mientras tanto, no dejaba de preguntarse por qué aquel reloj era tan importante.
Finalmente, una tarde, ocurrió.
Tac.
Tac.
Tac.
El reloj volvió a latir.
Llamó al hombre.
⸻
Cuando regresó a la relojería, el hombre observó el reloj como quien contempla algo que creía perdido para siempre.
Sus manos temblaron al sostenerlo.
El relojero lo miró entonces con otros ojos.
—Oiga —dijo—, ¿por qué quiso reparar este reloj?
El coste es excesivo.
Algunas piezas tuve que fabricarlas yo mismo.
El hombre respiró hondo.
Silencio.
—Se lo regalé a ella —dijo— el día de nuestro aniversario.
Era una promesa.
El tiempo que íbamos a compartir.
Todo lo que íbamos a vivir juntos.
El relojero guardó silencio.
—Nunca lo traje antes —continuó—.
No pude.
Se detuvo hace mucho tiempo.
—¿Por qué? —preguntó el relojero.
El hombre bajó la mirada.
—Porque a esa hora, en 1960, ella murió.
El reloj se detuvo…
y yo también.
⸻
Ahora el reloj volvía a funcionar.
Tac.
Tac.
Tac.
Salió de la tienda y la nieve le besó el rostro.
Notó la frescura de cada cristal de hielo.
Empezaba a sentir de nuevo.
No solo funcionaba su reloj también su corazón.
Y lo comprendió todo…
Aquel reloj se había detenido hacía mucho tiempo…
y él también…
hasta hoy…
Lo que no se había detenido era la vida que aún le quedaba por vivir.
Existen relojes que no miden el tiempo, sino aquello que se nos fue.
— Poesía en llamas
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Autor:
Jordi Etresi (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 19 de diciembre de 2025 a las 06:34
- Comentario del autor sobre el poema: Quería dar las gracias a quienes me leen, a quienes ven en mis letras un sentimiento, un cuento o algo que les haga sentir, es mi manera de escribir que sin ser perfecta al menos es sincera.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 3
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.

Offline)
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