No hay peor condena que amar a quien nunca te escoge pero tampoco te libera.
Ella no me tomó de la mano, me tomó del miedo. No me abrazó, me sostuvo con dudas.
Cuando empecé a irme —porque el alma también se cansa— ella apareció.
No para quedarse, sino para recordarme que aún tenía poder sobre mi ausencia.
Me hablaba justo cuando estaba a punto de sanar, me buscaba cuando el olvido empezaba a aprender mi nombre.
Nunca llegaba por amor, llegaba por control.
Me dejaba verla, pero no tocarla. Me dejaba sentir, pero no pertenecer.
Siempre cerca… siempre fuera.
Yo esperaba un lugar y ella me daba tiempo.
Yo ofrecía todo y ella respondía con migajas emocionales suficientes para no morir, insuficientes para vivir.
Pasaron los años y yo envejecí esperando. Esperando que me eligiera, esperando que me mirara sin reservas, esperando que un día dijera
“quédate”
sin condiciones, sin juegos, sin miedo. Pero nunca lo hizo.
Me tuvo a sus pies sin darme su lado. Me quiso disponible, no amado. Me quiso presente, no indispensable.
Y lo más cruel no fue que no me amara…fue que supo que yo sí.
Me vio romperme en silencio y aún así me retenía. Porque perderme le dolía más que hacerme daño.
Nunca fuimos nada, pero me costó todo. Y un día entendí que hay mujeres que no te aman ni te odian…
solo te usan como refugio para no quedarse solas.
Yo fui ese refugio. Y esa fue la herida que más tardó en sangrar.
MICHELLE RUIZ TOMASINI.
-
Autor:
MICHELLE RUIZ TOMASINI (Seudónimo) (
Online) - Publicado: 19 de diciembre de 2025 a las 01:02
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 0

Online)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.