En su idioma y sin hablar decía:
Sostengo al mundo bajo el faldón del Universo,
y en su danza cósmica vive la humanidad,
bajo mi sábana de fuego
que cubre el cielo infinito;
y en las oraciones de sus habitantes,
yo, Dios, protejo a mis hijos.
Ellos, en su dinámica corporal,
con raciocinio sensible,
me establecen su infinitud de plegarias,
y ese infinito es contable solo por mí;
mi orden toca sus corazones
más delicado
que el soplo tímido
de un recién nacido.
Yo, Dios, me oculto entre sus gentes,
visto de mendigo;
veo al infante descalzo
y con una pequeña fruta
me robó su hambre.
Yo, y mi sombra de luz, acompaño
al desamparado,
al que le falta el pan con la leche,
al indefenso,
al que se queda
y al que se fue conmigo.
Yo, solamente yo,
al perverso puedo embellecerlo de pensamiento;
solamente yo,
al pecador puedo esclarecer su alma,
y al diamante,
solamente yo,
puedo hacerlo aire.
He creado la vida
y con ella su terrible hermanastro;
la felicidad viene de mí,
pero su contraparte es inminente.
Yo puedo numerar el infinito,
puedo incluso terminar de esperar lo eterno,
pero entre tanta dicha,
entre tanta virtud,
no puedo
con el antónimo.
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Autor:
Eros Corzo Camacho (
Offline) - Publicado: 18 de diciembre de 2025 a las 08:40
- Categoría: Sin clasificar
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Offline)
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