Abrazo Universal a La Infancia Vulnerada

Abrazo Universal a la Infancia Vulnerada

Acojo con ternura a los pequeños sin techo que en las aceras duermen,
aquellos que por culpa del vil negocio de seres sin escrúpulos padecen,
incluso por sus progenitores cruelmente maltratados o intercambiados,
según el beneficio que a los desalmados en su avaricia convenga,
en la fría indiferencia de ciudades que olvidan su llanto.

También a los infantes forzados a empuñar armas de guerra,
a quienes perecen en conflictos entre hermanos que nada entienden,
a los que laboran desde el alba hasta que el sol se oculta por migajas,
sin que el conocimiento o la lectura jamás dibuje sus futuros,
condenados a una niñez de pesadas cargas y sueños truncados.

A las pequeñas unidas en matrimonio siendo aún criaturas,
utilizadas como moneda para pactos o para deudas saldar,
por adultos que nunca sienten el remordimiento morder sus almas,
y que creen que las tradiciones antiguas deben permanecer,
sin ver el dolor inocente que con sus actos están sembrando.

A los menores que pasan de mano en mano entre depravados,
intercambiados como objeto por préstamos o por fortunas,
y que luego son llevados lejos, a naciones de moral dudosa,
donde se cubre con papeles legales la oscura transacción,
borrando su identidad y su derecho a un hogar verdadero.

A quienes pierden la vida para que sus órganos sean arrancados,
crimen tan horrendo que estremece el corazón más endurecido,
sustraídos de las favelas y los arrabales más olvidados,
allí donde el estado nunca muestra su rostro protector,
y la justicia es una palabra vacía, sin eco ni respuesta.

Abrazo con fuerza a toda la niñez que habita este mundo:

A los pequeños de América que ni maíz ni pan pueden probar,
a los de África que aguardan una lluvia milagrosa que no llega,
a los de Asia, confinados en talleres de interminables jornadas, donde la luz del sol es un recuerdo,
a los incontables que en cloacas y vertederos deben morar,
llamados por los poderosos con términos fríos y vacíos,
como si fueran cifras anónimas en un informe, no almas con latido.

A los que en fábricas ocultas consumen su niñez en tristeza,
tejiendo alfombras o juguetes que otros niños usarán,
respirando polvo y miseria en lugar de aire puro y juegos,
sin celebrar cumpleaños, sin canciones, sin color,
encerrados en almacenes que son prisiones sin barrotes visibles.

A los que navegan en embarcaciones frágiles hacia ninguna parte,
huyendo del hambre o de las bombas con sus familias a cuestas,
y que el mar inmenso traga sin piedad en su viaje incierto,
o que en fronteras hostiles son rechazados y enjaulados,
tratados como amenazas en lugar de como pequeños asustados.

A los que en hospitales sin recursos luchan contra enfermedades,
sin medicinas, sin doctores, solo con la esperanza por abrigo,
mientras el mundo desarrollado acumula vacunas y riquezas,
y su piel curtida por la fiebre y el dolor se hace más delgada,
en una cama dura donde el alivio parece un cuento lejano.

A los que son discriminados por su origen o por su creencia,
excluidos de parques y escuelas por prejuicios absurdos,
creciendo con el estigma de ser distintos o de ser pobres,
cargando sobre sus espaldas mochilas de rechazo y de odio,
cuando deberían cargar solo libros y juguetes e ilusiones.

A los que tienen padres en prisión por errores del destino,
criados por abuelas cansadas o en orfanatos sobrepoblados,
visitándolos tras cristales gruesos, hablando por teléfonos viejos,
conversaciones llenas de silencios y de promesas rotas,
construyendo su vida con el vacío de un amor preso.

Y yo, finalmente, abrazo con todo mi ser a la infancia entera,
a esa multitud sin voz que clama con miradas profundas,
exigiendo solo una oportunidad, un pedazo de paz, un día sin miedo.
Que este abrazo poético sea un puente sobre tanta indiferencia,
y una promesa de luchar por un mañana más justo y más digno.

—Luis Barreda/LAB
Los Ángeles, California, EUA 
Diciembre, 2025.