El eco de lo eterno

Noelia Beteta

La vida sería más fácil si no existiera el tiempo,
si no dejara migas de ayer clavadas en los pensamientos.
Hay casas donde el silencio duele más por la noche,
y relojes que laten despacio cuando nadie los escucha.

 

A veces el cansancio se sienta a mi lado,
susurra sin voz y mira al suelo.
Otras veces, alguien olvida su propio nombre
para sostener el mío con cuidado entre los brazos.

 

Camino con frases que vuelven como fantasmas,
como si los espejos recordaran más que yo.
Me empujan a avanzar, a cambiar,
a mudarme por dentro aunque duela.

 

El tiempo no grita, apenas murmura,
se esconde en gestos tan pequeños:
una mirada que no regresa,
un sueño que se dilata,
una promesa que aprende a doler despacio.

 

Y aun así sigo,
no porque sea fácil,
sino porque incluso entre sombras
hay algo tierno que se niega a irse.

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