Tinta y Memoria
En la quietud de la hoja en blanco encuentro mi camino hacia tu presencia,
donde la memoria se hace tinta y el vacío se llena de tu esencia silenciosa,
porque decidí que escribir sería el modo de sostener lo que el tiempo roba,
la única forma verdadera de que no se perdiera nuestra antigua y frágil promesa,
convirtiendo en eterno lo que fue un momento fugaz bajo la luna.
Me cansé de ser un espectro que habitaba sólo en reinos de sombra y olvido,
de llamar a un eco que nunca respondía con sustancia ni con prueba tangible,
de buscar en la noche un perfil que se desvanecía con el alba mentirosa,
sin un solo documento del alma que afirmara que cruzamos el mismo río,
que tu mano y la mía estuvieron unidas bajo la misma tormenta hermosa.
Era vital dejar una marca imborrable sobre la tierra que pisamos juntos,
un testimonio simple de que existió un nosotros antes de la despedida,
porque los ojos amados pierden su luz si nadie los nombra con devoción,
y una risa se apaga para siempre si no hay un corazón que la guarde en un verso,
y un amor se hace polvo si no hay palabras que lo rescaten de la destrucción.
Así, trazo cada sílaba con paciencia de relojero y furia de alquimista,
haciendo que cada curva de una letra sea un camino que regresa a tu mirada,
y en este lento y doliente proceso de creación, vuelves a ser de mi propiedad,
y yo, sin resistencia, me entrego de nuevo al antiguo hechizo de tu dominio,
en un círculo perfecto que nace y renace de este acto de fe caligráfica.
Aquí reposas completo, sin falta, en un estado de pureza sin alteración,
preservado más allá del deterioro que sufren las cosas del mundo material,
en un refugio de papel donde no llega el viento que todo lo desordena,
donde eres el mismo ser que una vez amé, sin un solo cambio o desvío,
capturado en la prisión dorada de un sentimiento que se niega a ser mortal.
Sin quererlo, te transformaste en el motivo central de este humilde oficio,
en el latido constante que mueve los dedos y guía la pluma sobre el lienzo,
en la mancha azul que corre y en el blanco que espera con ansia tu historia,
en el primer y último deseo que dio vida a esta cadena de pensamientos,
en el alma invisible que habita detrás de cada línea que nace de mi calma.
Y a pesar de este monumento que construyo con paciencia día tras día,
tu existencia ignora por completo este ritual que celebra tu recuerdo,
no tienes la menor idea de este secreto que guardo en cuadernos y libretas,
no percibes que vives más en estas frases que en cualquier lugar del planeta,
que aquí tienes un hogar más real que en cualquier sitio que hayas pisado.
Escribir es entonces construir un puente sobre el abismo del no haber sido,
es inventar una prueba contra la frágil mentira de la memoria que se esfuma,
es hacer que el ayer respire de nuevo con aliento de papel y de tinta,
es concederle a lo perdido una forma sólida que se pueda tocar con los ojos,
es la única victoria segura contra el silencio que viene a borrar lo amado.
Por eso continúo, letra tras letra, en esta tarea interminable y sagrada,
dibujando con palabras el mapa de un territorio que ya no se puede habitar,
dándole a la nostalgia un cuerpo que se pueda leer cuando la noche es pesada,
asegurando que este sentimiento no muera con el último testigo que queda,
y que nuestro pasado, al menos aquí, nunca sufra la muerte definitiva.
Al final, cuando la pluma descanse y la última página encuentre su quietud,
tú permanecerás aquí, vivo, en el reino sereno de la escritura perdurable,
y yo habré cumplido el simple y vasto propósito de volver a tenerte cerca,
no como un sueño vano que se pierde al despertar con la luz de la mañana,
sino como una verdad quieta y eterna, escrita con la tinta simple de la pena.
—Luis Barreda/LAB
Tujunga Canyon, California, USA
Diciembre, 2025.
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Autor:
Luis Barreda Morán (
Offline) - Publicado: 17 de diciembre de 2025 a las 02:16
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2

Offline)
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