NACIMIENTO EN LA PALABRA

A mis amigos de Poemas del Alma

Esta vez no vengo a escribir,
vengo a agradecer
la corriente secreta
que se enciende en mí
cuando ustedes me leen.

No traigo símbolos ni campanas,
solo el estremecimiento luminoso
de quien ha sido tocada
por voces que caminan
sin rostro
pero con verdad.

Ustedes,
viajeros de lo invisible,
encendedores de lo sutil,
los que atraviesan la noche del mundo
para dejar una sílaba,
un rumor,
un pulso que se reconoce.

Ustedes son mi celebración,
la que no cabe en calendarios,
la que no depende del nombre
que cada cultura da a la luz,
sino de ese instante secreto
en que un alma reconoce a otra.

Gracias por el tiempo sagrado
que dejaron en mis poemas,
por descifrar en lo pequeño
una latencia,
un llamado,
una puerta que se abre sola.

Que en esta noche —sea cual sea su nombre:
Navidad, Solsticio, Hanukkah, Diwali,
o simplemente la noche en que el corazón se calma—
el lenguaje les arrope,
que la ternura no falte
ni siquiera en lo no dicho.

Y si hay heridas —porque a veces arden—
que la poesía descienda sobre ellas
como una lluvia lenta,
hasta devolverles la paz.

Celebro con ustedes
este nacimiento perpetuo
que no ocurre en un lugar,
sino en un estado:
el de estar vivos en la palabra
y atentos a su milagro.

Les abrazo en el misterio,
les extraño en la distancia,
les reconozco en la sombra.

Y cada poema es un renacer secreto,
una raíz de sombra y claridad que no pertenece al cielo
ni a la tierra,
pero nos nombra a todos.

— L.T.

Poetas somos,
herederos de una llama que no se apaga.