La coherencia del alma

No pregunté por rebeldía,
sino porque ya no supe mentirme.

Porque un día
Dios no cabía solo en el cielo
ni yo cabía solo en mis actos.

Mi fe tocó mi carne,
mi deseo pronunció Su nombre,
y algo en mí pidió orden
sin pedir castigo.

No quise huir de Ti,
pero tampoco supe huir de mí.
Y en ese cruce
dejé de obedecer por miedo
y empecé a escuchar por amor.

¿Dónde se alinean
el cuerpo que siente
y el espíritu que cree?
¿Dónde se juntan
la herida, el anhelo
y la verdad que no se negocia?

No busqué permiso,
busqué coherencia.

Que mi sí no contradiga mi pulso.
Que mi fe no me exija negarme.
Que mi deseo no me pida traicionarte.

Enséñame a vivir entera.
No perfecta.
No limpia de historia.
Sino verdadera.

Porque si Tú habitas en todo,
también habitas en esto:
en la pregunta que no huye,
en el amor que no se esconde,
en el alma que por fin
se atreve a alinearse.

Arih