TODO O NADA

Mari.o

TODO O NADA

Sonaba el inconfundible contrabajo  un aliento de mafiosos italianos que apostaban su suerte. 

 

Los dados escondían sus guarismos y, con ello, sus caras ocultas del otro lado del azar. Y al parecer, el concilio de esta turbamulta mezclada de mozuelos, padrinos y putas parecía marchar bien. Las miradas de ojos diabólicos se entrecruzaban en todo momento. Nadie daba nada por perdido, el juego se había alargado, pues los jugadores gozaban de comodínes que iniciaba una nueva ronda. Y entre estiraciones de espalda, masajes de hombros, tragos y mucho humo, los dados por fin habían revelado sus oscuros lados. Nadie podía creerlo. Un empate, los mismos números, ¡todo o nada! 

¿Cómo lo resolverían? La noche se agotaba y, las fortunas también. Nadie deseaba irse a la ruina. Y cualquier ruta trazada por lo honorable, resultaría un solo ganador. Solo uno y nadie más. Así que, acto seguido, todos se apuntaron con sus armas al rostro. Nadie escapaba al filo de los cañones y, seguramente, una bala acabaría—con pericia—incrustada en algún ojo, y tal vez otra, justo en la jota de la glotis. 

 

¡Todo o nada! ¡Toma el resto y huye! ¡Mátalos a todos!— eran las viñetas, pensamientos que sin decirse, se habían declarado ya. En algunos la risa y el miedo, en otros la seriedad y el miedo. Las manos firmes sosteniendo las empuñaduras y amartillando lentamente los revólvers. ¡No hay salida! ¡Ya no hay vuelta atrás! ¡Despidánse todos! 

 

¡Bang!

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