Cuando Dos Caminos Se Reconocen

Daniii_Farías

 

 

Hay conexiones que no empiezan,

simplemente aparecen,

como si hubieran estado dormidas

bajo la piel del tiempo,

esperando a que dos miradas se cruzaran

para despertar.

 

Dicen que las personas llegan por casualidad,

pero hay encuentros que parecen destino,

porque desde el primer instante

algo en el aire cambia de rumbo,

algo se acomoda en silencio

y el corazón siente que encontró

una voz que ya conocía.

 

Conectarse con alguien así

no es hablar mucho,

es entenderse incluso en los silencios,

es sentir que las palabras sobran

porque hay una energía que abraza,

una frecuencia que encaja,

una vibración que no puedes explicar

pero que te atraviesa entera.

 

Es como si dos almas

que pasaron vidas buscando,

al fin se encontraran sin querer,

y al tocarse —aunque sea con una frase,

con una risa o con un pensamiento compartido—

se reconocieran.

 

La conexión verdadera

no se obliga ni se inventa;

simplemente fluye,

crece,

sana,

acompaña.

Tiene la suavidad de un amanecer

y la fuerza de un mar que nunca se cansa.

 

Es sentir que esa persona

te escucha incluso cuando callás,

que te entiende incluso cuando te perdés,

que te sostiene incluso cuando no pedís ayuda.

 

Y vos también la sostenés a ella,

porque la conexión es un puente,

no una pared,

un abrazo sin brazos,

una presencia que no necesita cuerpo

para sentirse viva.

 

Hay conexiones que se vuelven hogar.

Personas que llegan y desordenan tus miedos

para acomodarte la esperanza,

que te devuelven la fe en lo simple,

que te hacen reír en tus días rotos

y te hacen pensar más hondo

en los días claros.

 

Cuando dos almas se conectan así,

no importa la distancia,

ni el tiempo,

ni los caminos que cada uno recorre:

siempre hay un hilo invisible

que los mantiene cerca.

 

Un hilo suave,

pero irrompible.

 

Un hilo que vibra cuando uno piensa en el otro,

que late cuando comparten una palabra,

que brilla cuando se extrañan,

que se estira sin romperse

porque está hecho de verdad.

 

Y quizás lo más hermoso

es que esa conexión no pide nada,

no exige presencia completa,

ni permanencias forzadas:

solo pide que seas vos,

auténtico,

sincero,

real.

 

Y en esa autenticidad,

en esa transparencia sin maquillaje,

el otro te reconoce

y te abraza con el alma.

 

Porque hay personas

que no están solo en tu vida:

están en tu energía.

Personas que se sienten incluso de lejos,

que te cambian el día sin tocarte,

que te hacen mejor sin intentarlo.

 

La conexión verdadera

no termina aunque pasen los años,

aunque haya pausas,

aunque haya silencios grandes.

Sigue viva

porque las almas saben

lo que los cuerpos a veces olvidan:

que cuando dos caminos se reconocen,

ya no pueden desconocerse.

 

Y si un día la vida vuelve a juntarlos,

todo encaja de nuevo,

como si nunca se hubieran separado,

como si el tiempo no hubiese pasado,

como si la conexión hubiese estado

esperando ese instante

para volver a encenderse.

 

Así es el milagro simple

y profundo

de conectar con alguien:

no es magia,

pero se siente como tal.

No es destino,

pero parece escrito.

No es casualidad,

pero llega sin aviso.

 

Y cuando sucede,

sabés que no todos los encuentros

son comunes;

algunos son puentes,

algunos son faros,

algunos

son hogar.

 

Y vos, que sentís esta conexión,

sabés que hay personas

que no se buscan:

se encuentran.

Y no se conocen:

se reconocen.

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  • Autor: Daniii (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 12 de diciembre de 2025 a las 15:24
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 0
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