El pensamiento que no duerme

Pienso.

Pienso aunque no quiera,

aunque el cansancio me cierre los ojos

y el corazón me pida un descanso

que nunca llega a tiempo.

Pienso cuando me despierto

y no sé si es un nuevo día

o la misma incertidumbre de siempre.

Pienso mientras camino,

en lo que fui,

en lo que quiero ser,

en lo que nunca seré.

Pensar es mi condena y mi salvación,

mi laberinto y mi salida,

la llave y la puerta cerrada.

A veces mi mente corre tan rápido

que mis pasos no la alcanzan,

y la vida

queda atrás,

esperando que decida

qué hacer con todo esto que siento.

Porque pensar es construir castillos

y también derrumbarlos,

es creer que todo es posible

y al minuto siguiente

convencerme de lo contrario.

Pensar es levantar preguntas

que no tienen respuestas,

es recordar lo que ya sanó

y abrir heridas

que juré haber cerrado.

Mi mente es una ciudad que nunca duerme:

hay luces prendidas

en cada esquina del recuerdo,

y las calles del futuro

todavía no figuran en ningún mapa.

Hay días en que pensar me da alas,

me eleva,

me inspira,

me hace creyente

del milagro de existir.

Pero hay noches en que pensar me encierra:

se convierte en ruido,

en tormenta,

en sombra,

en peso.

¿Cuántas veces pensé en dejar de pensar?

¿Cuántas veces le pedí a la razón

que me deje en paz

aunque sea un ratito?

Y aun así,

cuando el pensamiento me ahoga,

yo sigo buscándolo,

como quien busca el fuego

aunque sepa que quema.

Porque en el fondo

sé que mi mente inquieta

es lo que me hace humano,

lo que me mantiene despierto,

lo que me obliga a soñar

a pesar del miedo.

Y un día —lo presiento—

tanto pensamiento desordenado

va a encontrar su lugar.

Las piezas rotas

por fin van a encajar.

Los silencios

van a contar su verdad.

El futuro

va a dejar de asustar.

Ese día,

cuando la vida me pregunte quién soy,

yo responderé sin duda:

Soy todo lo que pensé

y todo lo que luché para dejar de pensar,

soy la mente que arde en preguntas,

y el corazón que insiste

en buscar respuestas.

Y aunque a veces me canse,

aunque el mundo no entienda,

aunque me digan que pienso demasiado…

Seguiré pensando,

porque cada pensamiento

es un paso más

hacia la persona

que estoy aprendiendo a ser.