La Escarcha del Olvido y la Fe Interior
Una vez conseguido el segundo corazón Titania se elevó dejando atrás el tenue verdor restaurado del Oeste y se dirigió hacia el Norte.
A medida que se acercaba a su nuevo destino, percibía cómo el paisaje se hacía más agreste. El hada sintió que el aviso de Akelia en su varita era ahora más fuerte y nítido, una resonancia que apuntaba infaliblemente hacia el nuevo objetivo.
La transición fue abrupta. El aire se hizo espeso y áspero. El Bosque Nevado se rindió ante el Yermo de Sal, revelando una vasta meseta barrida por el viento, salpicada de rocas de pizarra, donde la nieve se aferraba tercamente incluso en los días más cálidos. La luz dorada del sol se transformó en un blanco cegador que rebotaba en la escarcha, hiriendo el espejo celeste.
La varita tembló, advirtiendo el cambio. El Lokardo del Olvido había dejado aquí una marca mucho más profunda. La desolación era una forma de arte maligna, un daño de devastación que llenaba todo el horizonte con facilidad.
Titania descendió sobre una formación rocosa conocida como los Dientes del Gigante, donde el viento silbaba como un espíritu quejumbroso.
Aquí se hallaba el tercer corazón de madera, encajado en un nicho de hielo opaco. Era apenas discernible: una esfera de ámbar cubierta por una costra tan blanca y gélida que se confundía con el entorno, como si rehusara ser encontrada.
El hada se acercó. Al tocar el hielo, sintió una onda de frío emocional que se sumó a su estado físico: una sensación paralizante de inutilidad. En ese momento, acudieron a su mente las indicaciones de Akelia para la activación. Para reavivar este Corazón se requería el Fuego de la Esperanza Inextinguible: la voluntad de persistir cuando todo se ha perdido.
Con esta intención, Titania comenzó a buscar un acto de nobleza en el páramo, cavilando qué sacrificio quedaba por hacer en un lugar donde la vida misma era un desafío constante.
Repentinamente, una minúscula indicación de su varita le dirigió a lo largo del borde de un acantilado cubierto de hielo duro. Justo al pie de la caída, vislumbró un pequeño refugio natural tallado por la erosión. Allí distinguió un débil resplandor anaranjado y un olor a humo de turba.
En ese rincón residía Koris, un anciano pastor que parecía estar hecho de la misma madera nudosa que el roble del episodio anterior. Lo encontró sentado junto a una hoguera mortecina, alimentada por pedazos de madera y ramas quebradas que había tenido que racionar.
Este hombre guardaba un gran valor en su interior: el de cumplir las promesas en toda su grandeza.
Titania se dio cuenta de que usaba el calor residual de la pequeña brasa para moldear con delicadeza figuras de animales de arcilla de un color rojo pálido, y le preguntó:
—¿Qué haces aquí sin refugiarte y con este frío? —preguntó Titania, acercándose despacio para no alarmarlo.
A pesar de que el hada era casi invisible para los mortales, Koris advirtió su presencia al levantar la vista y le saludó con una extraña placidez.
—Mi rebaño se perdió con la gran tormenta de invierno, hace cinco días —respondió, con una voz rasposa pero firme—. Mi casa yace enterrada en la nieve. Me quedan solo estas pocas brasas.
Titania asintió, comprendiendo el desamparo que lo consumía. Su rebaño, su sustento y su refugio, todo había desaparecido.
—¿Y por qué te dedicas a hacer estas figuras?. ¿No deberías usar ese calor para calentarte o buscar ayuda? —preguntó preocupada.
El anciano miró la pequeña figura de un alce que acababa de terminar, cuyo contorno se definía ligeramente bajo el reflejo del calor, y explicó el motivo de su trabajo:
—Mis nietos vienen desde el valle a verme cada primavera, si el deshielo lo permite —explicó, con una pequeña sonrisa. —Si yo muero de frío, eso es el destino, y no tengo control. Pero si muero sin haberles hecho los juguetes que les prometí, su decepción vivirá más allá de mi recuerdo. La arcilla es fría, y mis manos también, pero mientras pueda seguir dándoles algo que esperan recibir, aún hay algo que yo pueda hacer. Y si hay algo que hacer, hay esperanza.
Titania sintió disolverse el nudo de frío emocional que le aprisionaba. El pobre hombre lo había perdido todo, pero dedicaba sus últimas energías, aquellas que garantizaban su propia supervivencia, a proteger la promesa de la alegría futura de otros, aunque no estuvieran presentes. Su quehacer era una pequeña lámpara contra la oscuridad del Olvido.
El hada se acercó al Corazón de Madera y le animó a interactuar con él.
—Koris —dijo Titania—, te pido que toques esta piedra, como una bendición de tus manos.
Sin dudar, el pastor se levantó y posó su mano, ya casi insensible por el frío, sobre la costra de hielo y ámbar.
El contacto fue instantáneo. La capa blanca se agrietó con un sonido seco, y el hielo se vaporizó en un vaho cálido. El Corazón del Norte se encendió con un brillo tenue y constante, como la de una ascua que nunca se apaga.
La energía de la esperanza, absorbida por la Llave del Compromiso, se manifestó. La segunda muesca en la varita de Titania brilló de forma cálida, y la tercera muesca, ahora activada, se iluminó con el resplandor de una llama pequeña pero inagotable.
El efecto se extendió por el yermo. Las siluetas de las rocas parecieron menos duras, y el viento disminuyó su lamento.
—La desesperación ha sido rechazada aquí —dijo Titania—. Lo que has hecho ha encendido el espíritu de esta región.
—Solo seguí haciendo lo que tenía que hacer —respondió Koris, volviendo a su pequeña brasa con la misma calma tranquila, sin buscar el rédito de su honestidad.
Titania, sintiendo la triple resonancia de la Arborigenia, sonrió. Le quedaban solo dos Corazones. El mapa de musgo, ahora proyectado por la luz de las tres muescas, señalaba el próximo punto hacia el Este, un lugar de grandes extensiones y áridas estepas interminables, donde la arrogancia y la falta de escrúpulos podían ser el problema.
Mientras el hada se elevaba hacia la meseta, el Fuego de la Esperanza que había absorbido hacía que sus alas brillaran con una calidez agradable que la protegía del frío del Norte. La misión, aunque difícil, adivinaba un final cada vez más cercano.
*Autores: Nelaery & Salva Carrion
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Autor:
Salva Carrion (
Offline) - Publicado: 10 de diciembre de 2025 a las 11:19
- Comentario del autor sobre el poema: Autores: Nelaery & Salva Carrion
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 7
- Usuarios favoritos de este poema: Salva Carrion, Nelaery, Carlos Baldelomar

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Comentarios1
El cumplimiento de la promesa por parte de Koris , de forma desinteresada, hacia sus nietos fue un acto noble.
🦋🦋🦋
Nelaery
Pues sí, los gestos nobles honran a las personas.
🦋🦋🦋
Así es, Salva.
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