Del vientre nací
sin presiones,
sin dolores,
sin anhelos.
Nada de qué arrepentirme
ni culparme,
con las manos limpias,
sin sangre derramada.
Hoy,
en mi lecho de muerte,
con los años encima,
los pecados,
los sueños,
las sonrisas provocadas,
todo se desvanece
en un soplido,
en un segundo
que se lleva todo:
mi cuerpo,
tendido,
y mi alma,
que con calma se marcha.
Porque, a pesar de sangrar
y herir,
cumplí en cambiar
y en no creerme
alguien sin defectos.
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Autor:
Guadalupe (
Online) - Publicado: 10 de diciembre de 2025 a las 00:02
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 2
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez

Online)
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