Me busco por dentro
como el que escarba la tierra dura
para encontrar el agua escondida.
No es curiosidad lo que me mueve:
es necesidad de alma,
hambre de mí mismo,
sed de una verdad que no me engañe.
El mundo de afuera
golpea sin mirar a quién.
Es un rebaño sin pastor,
una piedra lanzada al vacío,
una calle donde la gente respira
como si no tuviera corazón.
Esa frialdad se me clava en la mente
como un hierro torcido,
y me confunde,
y me carga,
y me duele.
Por eso desciendo a mi sombra.
A mi hondón.
A mi herida antigua.
A ese lugar donde el silencio
se parece a una madre.
En la nuca mi frontera íntima
me nace un sol pequeño,
terco, caliente,
que no se apaga ni con lágrimas.
Ese sol soy yo:
el yo que perdí en el ruido,
el yo que dejé enterrado
bajo tantos días sin alma,
el yo que siempre estuvo
esperando que yo volviera.
Y vuelvo.
Vuelvo a ese refugio
que huele a verdad vieja,
a pan sin mentira,
a tierra recién abierta.
No me da respuestas:
me da sostén.
No me da alas:
me da raíz.
Mi destino no es cielo ni camino:
mi destino es este centro que me arde,
este hogar sin puertas
donde por fin encaja mi nombre.
Y cuando entro, me entero.
Y cuando entro, me abrazo.
Y cuando entro, me completo.
La vida puede empujar,
puede apagar faros,
puede romper a los hombres
que viven sin raíz.
Pero a mí no.
Yo ya he vuelto a mi pozo,
a mi tierra,
a mi verdad.
Y un hombre que regresa a sí mismo
ya no cae.
Ya no duda.
Ya no se quiebra.
Porque lleva en el pecho
su propia luz
y su propio destino.
Antonio Portillo Spinola
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Autor:
Spinoport (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 7 de diciembre de 2025 a las 08:12
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 0

Offline)
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